viernes, 1 de octubre de 2010

Sedición, Ecuador- Corrientes. No tan distinto

Algunas imágenes eran muy parecidas, como la de policías correctamente uniformados y armados, parados marcialmente frente a retenes con ardientes neumáticos. Otros efectivos menos altaneros, con la cara tapada o disimulando rasgos faciales por medio de oscuros anteojos para sol. Lo ocurrido con el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa y con la institucionalidad ecuatoriana, tiene parecidos ineludibles con el alzamiento policial correntino de 2008.

Sí, las comparaciones dicen que son odiosas pero de igual forma hay que hacerlas. A veces y este caso lo amerita, es imposible abstraerse. La sedición de una parte de la policía ecuatoriana puso en vilo la frágil institucionalidad de ese país ya de por sí vapuleado por sus vaivenes políticos, sólo entre los años 2000 y 2007, tuvo ocho presidentes.

Un país chico con grandes riquezas petroleras cuya moneda nacional es el dólar. Así es, no tiene divisa propia y quizás sea porque dentro de su territorio haya una base de Marines norteamericanos.

Pero los hechos ocurridos el pasado jueves desnudaron justamente la flaqueza institucional, sectores opositores al Presidente Correa a quien le gusta caminar por la izquierda y tomar decisiones en ese sentido, inocularon en las fuerzas policiales ideas sobre recortes presupuestarios y quita de ciertos beneficios al sector.

Trepados a eso los uniformados marcharon a lo que hubiese sido un mero motín pero que rápidamente viró a una sedición sujetada por detrás en actores políticos que buscaban quedarse con el poder, los policías desobedecieron sus mandos naturales, reprimieron al pueblo y al propio Presidente que es nada más y nada menos que el Comandante en Jefe de la Nación.

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En Corrientes a fines de abril de 2008 un grupo de policías, entre suboficiales y oficiales, salvo comisarios que por lo general se ocultan tras las sombras de los subalternos que se ponen al frente, comenzaron un motín similar.

Primeramente llamado “retención de servicios” que si no se tratara de una fuerza de seguridad sí le cabria el término, en este caso fue un eufemismo mal usado para lo terrible que estaba por venirse.

Los uniformados amparados por sus familiares que los acompañaron en el reclamo de mejoras salariales, tomaron una delegación policial (comisaría quinta y división de comunicaciones y caballería), usaron luego herramientas del Estado provincial (vehículos, armas, uniformes, equipos de comunicación) en beneficio de un reclamo sectorial. Un claro delito desde donde se lo mire, sumado al de sedición porque los efectivos desobedecieron órdenes de sus mandos naturales, ergo, superiores.

Marcharon luego al puente interprovincial Manuel Belgrano donde mantuvieron una protesta (corte de ruta) de diecisiete días y en las últimas jornadas, interrumpiendo de manera total el tránsito sobre el viaducto generando un verdadero caos en toda la región nordeste del país.

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Al igual que Ecuador, el conflicto en Corrientes estuvo fogueado por sectores políticos, uno de ellos, el actual gobierno provincial – aquella vez oposición- apoyado en sus tentáculos sostenido en sendos estrados de la justicia. Poder Judicial que a través de alguno de sus funcionarios, aseguró y prometió a los sublevados que acciones que podría haber tomado el entonces Ejecutivo provincial en el área legal, no prosperarían.

Como en el país donde gobierna Rafael Correa, sabido es que la institucionalidad de Corrientes siempre corrió por un hilo tan delgado como el de coser. Así quedó expuesto cuando los insurrectos policías correntinos, armados y uniformados, decidieron no bajarse del puente Belgrano.

Decían que si querían sacarlos por medio de la fuerza, por ejemplo utilizando elementos de la Gendarmería Nacional, resistirían. Y de hecho así parecía porque exhibían a prudente distancia sus armas reglamentarias.

Y también como en Ecuador, en plena marcha de los sucesos sediciosos, los insurrectos pidieron amnistía una vez terminada la sublevación. Durante muchos parlamentos que hubo entre funcionarios provinciales en los aciagos días de abril y mayo de 2008, los sediciosos uniformados locales habían olvidado el motivo central de su protesta (mejora de salarios) y estaban más preocupados por un perdón generalizado al ver tamaña caterva de delitos que habían cometido a lo largo de casi veinte días.

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Sin embargo hubo una diferencia en el final de la misma historia para disímiles escenarios: Tras la sublevación en Ecuador el Presidente Correa regresó al poder después de haber estado muy cerca de ser depuesto, ocurrió gracias al apoyo de la gente y no dio amnistía para los efectivos sediciosos. Prometió sí, “ni olvido ni perdón”, a los que se levantaron en armas contra la ciudadanía y las instituciones del país.

En Corrientes sí hubo indulto general para los que mancillaron la institución policial, es más, en las horas de los últimos dos días de haber “tomado” el puente Belgrano, los uniformados sublevados acorralaron a los poderes judicial y ejecutivo de la provincia que tuvieron que dar la ley del perdón. Sin ver un salida “pacífica” al conflicto.

Ante una ausencia del gobierno federal, aliado subterráneo por aquellos tiempos, del actual gobierno provincial enrolado en la oposición a la administración que debió hacer frente a la sedición.

Pero a diferencia de Ecuador, no hubo muertos, ni heridos, no existió tampoco rapto de mandatario alguno. Los policías correntinos lograron, a fuerza en el sentido literal de la palabra, una serie de mejoras en sus haberes mensuales que arrancaron al gobierno correntino de aquel entonces.

Y también lograron algo más, incubar la idea de que cuando algo no les gusta a los señores de uniforme, lo harán saber y no por las vías administrativas o institucionales.

Quizás en Ecuador también haya quedado el mismo mensaje en tono de moraleja, pero con un final diferente y mucho más decoroso al correntino de hace dos años atrás.

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