jueves, 28 de junio de 2012

Muchachos de la UTA

Un verdadero ejemplo de la impaciencia en los conductores. Una señora a los gritos pedía que el remís se moviera del estacionamiento en doble fila que obstaculizaba el pasado sobre la calle Buenos Aires exactamente a media cuadra, entre 25 de Mayo y Carlos Pellegrini.

Un móvil policial con las balizas encendidas quedó atrapado en el atascamiento más un colectivo del poderoso grupo ERSA y varios vehículos más. No era para menos, lo ocurrido fue en pleno horario pico. Pasadas las 19.

A la iracundia de la tipa enfurecida se sumaban cada vez más bocinazos y el chofer del remís se mantenía estoico. La señora cada vez alzaba más la voz para llamar la atención de los uniformados del móvil policial pero no tenía éxito.

Desde un balcón con vista privilegiada al incidente se agolparon varios jóvenes periodistas de un diario por salir a la venta en poco tiempo. “Acá hay noticia” se animó a decir uno de ellos para quitar de la modorra a sus pares.

Y en rigor de verdad no pasó nada a mayores, el remís se movió y de a poco el tránsito  volvió a su caótica normalidad. Azorados los cronistas observaron como unos muchachones de la Unión Tranviaria Automotor (UTA) cuya sede está ubicada a pocos metros del incidente, caminaron hasta el vehículo del conflicto.

Una abuela apoyada en su caminador buscaba con dudoso equilibrio bajar al asfalto para tomar el remís de la discordia vehicular. Los fornidos afiliados al gremio del transporte la tomaron de ambos brazos y hasta que la mujer no estuvo dentro del Fiat Uno no alejaron se alejaron del lugar.

“Habla otra vez de los muchachos de la UTA” bromeó uno de los journalistas cuando abandonaron el balcón para sumergirse nuevamente en la redacción del tabloide.

viernes, 22 de junio de 2012

Desabastecimiento: confusa explicación del gobierno provincial por stock

Públicamente la administración provincial ensayó ayer dos explicaciones diferentes sobre un mismo tema, la provisión de combustible para sostener servicios básicos del Estado: seguridad y salud. Para el primero aseguró que se tomaron las medidas necesarias y que el faltante de naftas y gasoil producto de la huelga de camioneros concluida a media tarde de ayer, no mellaría los patrullajes policiales. Sin embargo en la atención sanitaria según un funcionario provincial advirtió que hoy y el fin de semana podría haber problemas.

Antes de cumplirse las primeras 24 horas del paro nacional de camioneros que afectó directamente –entre otros rubros- la distribución de combustible, la capital provincial y gran parte del interior correntino empezaron a sentir la falta de aprovisionamiento del producto.

En ese sentido fueron varios integrantes de la administración dirigida por el gobernador Ricardo Colombi, los que salieron a dar explicaciones sobre cómo se brindarán los servicios públicos básicos en la geografía local.

Llevados por la inmediatez sus declaraciones produjeron una colisión. Por un lado el jefe de la policía provincial, Comisario General Alfredo Ojeda aseguró que en su área no habrá problemas y que se hicieron las previsiones al respecto: “La Policía de Corrientes ha tomado los recaudos coordinadamente y con tiempo”, dijo el funcionario en declaraciones enviadas oficialmente desde la Dirección de Información Pública y que por la mañana, un rato antes, tuvieron el mismo tenor en una entrevista radial.

En contraposición Gustavo Imbelloni, director de Emergencias Sanitarias, sostuvo que desde hoy ambulancias del organismo a su cargo no tendrían más combustible para moverse. Y tal panorama se extendería a todo el fin de semana, sábado y domingo.

Si bien la huelga de quince centrales sindicales camioneras cesó pasadas las cuatro de la tarde de ayer y con las primeras horas de la noche el suministro de combustibles retomaba la normalidad habitual, el hecho sirvió para poner de manifiesto el apresuramiento de las huestes locales en cargar tintas políticas al gobierno nacional y profundizar la diferencia entre las administraciones provincial y nacional.

La situación en la capital provincial a última hora de la noche del pasado martes era de largas colas en las adyacencias de estaciones de servicios. Propietarios de diversos locales expresaron que estaban comercializando lo último que les quedaba en stock.   

Ya por la mañana de ayer las playas de los surtidores estaban con las mangueras cruzadas y otros con el cartel “no hay nafta ni gasoil”.

Idéntico panorama se vio en la geografía del interior provincial, principalmente a la vera de la Ruta Nacional 12.

martes, 19 de junio de 2012

Ausencias


Ausencias que se sienten. Que están presentes.
Durante todo el día traté de huir de la naturaleza de la muerte, el recuerdo, hice todo tipo de cosas y traté de mantenerme ocupado algo que de vez en cuando me sale bien.

Sin embargo en el crecúspulo de la jornada la sabiduría de un amigo, esa sangre que uno elige en el misterioso andar de la vida me enseñó que al dolor no hay que esquivarlo. Que hay que entregarse y abrazarse a el. Que lo demás, que el resto lo hace el tiempo. Ese eterno verdugo implacable que no reconoce credos, ni religiones, ni razas, ni doctrinas. 

Entonces la recuerdo con su sonrisa, su llanto, su alegría, sus besos, su piel y sus manos. Rosadas y suaves como la porcelana. Su burla y su inconmensurable paciencia que tanto me  soportó y entendió.

Regreso a esos tramos finales en que ambos nos mirábamos, lánguidas veladas en el hospital y me vuelvo a pelear no con la muerte. Me enfrento con esa especie de purgatorio terrenal que padeció y me pregunto para qué.

Este amigo también me señaló eso. Que esas cosas nosotros los mortales no la entendemos como por ejemplo aquel sacerdote franciscano que en 52 segundos y sin siquiera hesitar palabra alguna le dio la unción. Cobró lo que había pautado y se retiró raudamente del nosocomio. 

Anécdotas ancladas en un océano de dudas. Algo innato a nuestra naturaleza humana. La duda que a su vez con la razón no encuentra apostadero válido.

Creo que a los muertos hay que dejarlos ir y recordar a los vivos. Como lo vivido aquella noche donde fuimos inmortales cuando ella bailó conmigo un chamamé en son de vals. Cumplió aquella vez 80 y ocurrió hace ya algunos años. Nos embriagamos y fuimos felices bajo un mato frío de estrellas.

Así deseo recordarla. Inmaculada en mis brazos, riendo, sintiendo. VIVA.

Pasó el tiempo y ahora aquella épica velada es mi placebo para disimular tanto dolor, tanto vacío y ausencia presente.

Y con ese pensamiento abrigar otra esperanza de los mortales. Volvernos a ver en vaya a saber donde si ese donde existiese.

Otros sabios, en este caso musicales hace algunas décadas escribieron muy cerca del mar: “La felicidad es como una gota de rocío en un pétalo de flor. Brilla tranquila después de poco oscila y cae como una lágrima de amor”

(Tristeza no tiene fin felicidad sí) Tom Jobim

viernes, 8 de junio de 2012

Ni chipacitos, ni sándwiches de miga. Grabadores

Los tiempos cambian y actualmente la modernidad anda de la mano con el progresismo. Cuando se trata de agraciar, congraciar, conchabarse con alguien no se repara en gastos ni gestos. Eso justamente, gestos, el intendente capitalino Carlos “Camau” Espínola regaló grabadores a periodistas que concurrieron al palacio comunal el pasado 7 de junio durante un ágape o algo parecido. Como sabemos, día instituido para destacar la tarea de los journalistas en conmemoración a la primera edición de la Gaceta de Buenos Ayres. Diario que no fue independiente porque estaba dirigido por uno de los cerebros de la Revolución de Mayo, Mariano Moreno. Pero esa es otra historia.

Y entonces los sándwiches de miga, los chipacitos y las gaseosas por no abundar en opíparos nocturnos entre las mieles y tentáculos del poder, convidadas al mundo de los escribas se acomodan en la misma subestimación que es recibir como prebenda un aparatejo digital.

Cada uno de esos ingredientes es como la caricia del amo al perro fiel que ladra cuando debe hacerlo, calla cuando se le ordena y corre tras el hueso al escuchar el silbido.

El mismo poder corroído que no ve la precarización laboral en los medios ya que esa debilidad de las “empresas” la usa como factor de presión para que cierre el círculo desvirtuado en que gira el sistema.

Un sistema al que también contribuimos por emisión u omisión nosotros mismos. Desazón provocada al ver como año tras año funcionarios públicos incluso los que visten uniformes se desviven por “agasajar” a los trabajadores de prensa.
Entregan premios en medio de boatos y discursos grandilocuentes. Todo pura mentira y blasfemia, pura pose, puro gesto.

Sin embargo deberían cuidarse las formas en algunos casos. No hacernos sentir tan miserables digo, con un asado alcanzaba.

Pero un grabador. ¿Era realmente justo y necesario?

Si ya sabemos que las caricias en el lomo son para que sigamos domesticados.

miércoles, 6 de junio de 2012

Sicarios


Curiosa silueta formaba el reguero de sangre entre los adoquines del empedrado en aquella callejuela de la ciudad perdida.
Sus órdenes eran claras. Terminar con el objetivo que tantas veces había burlado la profesionalidad de los sicarios contratados. Pero estaba vez era el más desalmado y desquiciado de todos a quien había llamado la corporación para terminar de una vez por todas con el Recuerdo.

El Olvido lo siguió durante tres días, setenta y dos horas; por bares malolientes, burdeles de mala muerte, se había infiltrado en casinos de poca monta. Sobornó putas, policías y diminutos rufianes para dar con él. Así cuando el Olvido observó enfundado en las penumbras de un famélico lapacho que conservaba algunos vestigios de hojas a pesar del duro otoño, supo como todo profesional que ésa era la hora de la verdad. Liquidar su adversario circunstancial para el cual fue contratado. “Maldito Recuerdo” se dijo y apretó el cabo de la daga.

Se le cruzó mentalmente la imagen de la madre de ambos, la Conciencia, aquella nodriza que en un lujoso hotel de fines del siglo XVII asesinó tras un opíparo nocturno con mucho boato de antaño.

Lo observó al Recuerdo que iba en eses por el callejón, oteó debajo del lapacho la extensión del mismo. Calculó en unos trescientos metros de longitud la raquítica calle y sin un alma a la vista. Entonces salió de la penumbra y enfiló decidido. Sigiloso sin hacer ruido se deslizó como brisa leve sobre los adoquines hasta que lo tuvo a punta de la daga.

Segundos demoró en desenvainar el arma oculta debajo del gabán y sujeto por el cinturón.

El Recuerdo sólo intentaba hacer equilibrio a los bamboleos cavilando esa cama caliente en el altillo de la ciudad perdida. Pensaba en esos besos y caderas ardientes que jamás volvería a tener entre piernas. Repasaba los sueños, quimeras y proyectos robados por una iracunda mujer que le arrancó lo que más quería. Que lo convirtió en un exiliado de su patria. Pensaba en la muerte que le quitó a su amada.

Con la daga en mano el Olvido tiro la primera puntada a la altura del pulmón sin mediar palabra, así como se lo habían enseñado. Después vino la segunda mortal puntada en el hígado y la tercera, la de gracia, en el corazón.

Movimientos estertores ya con el Recuerdo boca arriba sobre los adoquines y el oscuro cielo de techo infinito. Balbuceó algo entonces a su verdugo. Lo vio vestido de negro sin verle la cara, solo la figura esbelta en esa callejuela que ya sabía que era su lecho de muerte.

“Eres tú la parca” le dijo mientras apretaba el agujero sangrante del corazón. “Déjame recordarla una vez más antes de partir”, balbuceó y el Olvido seguía inerte en posición de ataque a punto de asestar una dagaso más. Mirando a la víctima y los trecientos metros de callejuela asegurándose que no pasen testigos ocasionales a esa altura de la madrugada funesta.

“Qué quieres” respondió con la daga apuntando al moribundo en el piso.
“Déjame recordarla una vez más antes de que me lleves” siguió con los sonidos estertores. “Te esperaba desde hace dos meses” fue lo que a penas le salió antes de morir.

Los policías llegaron a la simple deducción que el asesinado fue muerto por deudas de servicios de prostitutas sin pagar y que el trabajo fue hecho por un proxeneta que se cobró de esa forma semejante infamia.

El Olvido al leer la noticia en los diarios sintió la rara sensación de no ser reconocido en su oficio de terminar con el Recuerdo y entonces se prometió ir por su cuenta tras esa otra impostora que le robaba cartel. La muerte.

Al retirar el cuerpo la sangre reseca en los adoquines dibujó difusamente una O.
La esposa de la víctima, fallecida hacía dos meses, se llamaba Olivia.