domingo, 17 de mayo de 2009

exiliado

Dicen que hay un lugar y hay otro, un punto donde uno está y algún lugar a donde el ser no pertenece. Pero hay un espacio donde no es de uno, pero es donde la existencia está, un lugar que uno ocupa pero no es el suyo, y hay otro donde se posiciona la mente, el corazón, el alma, el amor y el odio.

Los antiguos creían que no había mejor condena y sufrimiento que la de enviar a un ser a un lugar donde no quisiera estar, pero por sobre todo un espacio, un momento que no sea de el, que no le pertenezca.

Muchos momentos de la existencia de ese ser, para que imaginara y penara pensando en ese espacio donde quisiera estar, donde sintiera que las vísceras le pertenecieran.

Así, las almas y cuerpos penaban en la distancia teniendo como verdugos a la nostalgia y la melancolía de sus lugares de orígenes, sus olores, comidas, sabores y tactos que ya sólo lo sentían en el recuerdo.

Es entonces que los seres estando en esos otros lugares penaban en soliloquio recordando cómo eran aquellos espacios, ciudades, imágenes y seres semejantes; al lugar donde antes pertenecían. Antes de ese exilio.

Creo que la mente y por sobre todo el corazón y los bajos instintos sienten esa lejanía, muchas veces la mayoría, siempre, el pensar de esos otros lugares donde no están.
La mente está acá, en un tiempo y espacio presente pero la melancolía, agridulce compañía de los años y los vencidos siempre lleva a esos lugares que están eternamente antes de este. Del presente y del futuro.

En esa lejanía los semejantes añoraban los años en que estaban en sus lugares, cuando las vísceras sentían el sentido de pertenencia.

Incluso cuando el amor se sentía en esos lugares geográficos que iban desde el mar hasta las montañas o simplemente una casa en la pradera.

Creo y a veces siento que la cabeza está en este lugar pero lo demás, el amor, la vida, el odio, los olores, la muerte, la risa, las lágrimas, la euforia y tristeza, están en aquel lugar, el que no es este.

Y todo se vuelve tan extraño, tan ajeno, tan esquivo que nada tiene sabor a hoy. A mí lugar, al contrario todo lleva siempre a la mente, el corazón a esos lugares que no son estos.

Echar de menos, sentir la ausencia, hablar con los nadie, besar a la nada, amar en los sueños hasta que llegue el alba. Eso es el exilio, la fuga de la mente que está en este lugar pero que dejó el corazón, las heridas, los nombres, los muertos en el ayer pero que viven en el hoy.

La borrachera, las noches largas, los bares eternos, los miedos sin domar. Eso es hoy, pero tiene su nudo atado al ayer, donde las vísceras pertenecen, a pesar de que todo pareciera que es hoy pero es ayer.