jueves, 25 de enero de 2018

Hace tiempo nos tapó el agua

“Permiso…serán que pueden hacer la cola de este lado que estoy escurriendo”. Las 8:20 de la mañana de un martes de Enero y un vendaval se desata sobre Corrientes Capital. Ocurre en forma intermitente desde hace al menos tres días. El hombre con un impermeable que hace muchos años frenaba el agua, botas y con su elemento de limpieza, es un Quijote ante la torrencial lluvia.
La fila de personas que aguardan remises para salir de ese patético lugar llamado terminal de ómnibus no es ni extensa, ni breve. Los vehículos suspendieron la salida debido a que gran parte de la ciudad está inundada.

La lluvia penetra dentro de la terminal por varios sectores debido a su intensidad y extrema precariedad del edificio. Una construcción de inicios de los ’80. Incluso al descender de los micros te mojás y mucho más si tenés que buscar valijas en el baúl del colectivo. En el segundo piso del edificio la gente se resguarda o tiene esa esperanza. Como pueden suben con los bultos, no hay escalera mecánica. ¿La gente mayor. Los discapacitados motrices?. Deben lidiar con los charcos en el piso y la penetrante precipitación que por momentos pareciera caer en forma horizontal.

Tampoco hay un bar o café medianamente aceptable. La oficina provincial de “turismo” está sellada. No hay personal de la terminal que indique o de informes sobre cuándo amainará el temporal. No hay inspectores de la municipalidad y sólo un obeso policía contempla con nostalgia la lluvia. El resto de sus camaradas matean encerrados en la “comisaría de la terminal”.

Luego de dos horas de espera un Renault Clio gris se convertirá en anfibio. Los remises son compartidos según la zona donde se dirigen. El chofer del que me tocó tiene humor a prueba de cualquier tipo de adversidades. Una pareja de ancianos están entre preocupados y asustados. Van en el asiento de atrás. Una tercera pasajera interroga: ¿De dónde son?. De mercedes responde la señora. Tienen turno médico a las 10 de la mañana en el Sanatorio Norte. Son 09:45 y estamos muy lejos de su destino.

Pienso en la metáfora política del lugar de procedencia mientras en la radio a un excesivo volumen (Radio 2) parlotean lúdicamente sobre la tormenta. Los parlanchines radiales exageran el mal hablar de los correntinos y es lo que seguramente genera empatía entre oyentes y emisora.

El conductor busca calles alternativas que tengan algún grado de transitabilidad. “Esto es todo política. Hacen el pavimento pero no las cloacas. No hay bocatormentas (desagües)”, analiza cuando se ve una senda asfáltica totalmente tapada por el agua. Los oyentes de Radio 2 dicen lo mismo pero más enojados. Están inundados, con algunos alivios, desde hace tres días y van por el cuarto. Los parlanchines sólo bromean con chistes grotescos y burdos. Se me viene la imagen de chimpancés circenses.

También lo de “Corrientes República aparte”, “capital nacional del chamamé”, “Argentina si está en guerra. Corrientes te va ayudar”, la letanía del chamamé al sufrimiento: al éxodo, a la mujer que calla, al “apurate José que se está viniendo la creciente otra vez”. La infinidad de santos y vírgenes; gaucho gil, san la muerte, etc, etc. Podrían dar una mano ante el vendaval. ¿O estaremos condenados al éxito pero antes debemos padecer?

En medio del soliloquio recuerdo el Plan hídrico que con 22 caños solucionaría el drama de las inundaciones urbanas producto de intensas lluvias. Fue anunciado por las actuales autoridades comunales en campaña durante Mayo del año pasado. Parecía que lo tenían todo previsto. Recuerdo a su vez a las otras autoridades municipales, anteriores a las de ahora que con cada lluvia chapoteaban en el barro.

Llego a casa dos horas y media después de arribar a mi ciudad. Pienso otras desidias del lugar de veraneo de donde vine. Es casi lo mismo que ocurre en Corrientes, sólo difieren los matices.
Hace tiempo nos tapó nos agua.


Corrientes Capital. Jueves 25 de Enero. 15:10