martes, 12 de octubre de 2010

Un libro de cómo priman los grandes intereses sobre lo humano (*)

‘Crónica del ocaso’ es el nuevo trabajo del periodista Hernán López Echágüe que recorrió el Litoral argentino y uruguayo. En la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) presentó la obra que describe cómo viven los habitantes de las zonas rurales de ambos países. La devastación que producen fábricas e industrias del papel en el hábitat de las familias campestres. Durante la presentación un poblador originario y pequeño productor de San Miguel, contó cómo fue expulsado de su chacra.

"El libro que escribí es el que me gusta leer a mí y tiene cosas que no las encuentro en los diarios ni en otros medios. Como escritor y periodista crecí mucho más desde que me fui de la Argentina". En hojotas, bermuda y una sudadera blanca, Hernán López Echagüe parece un típico turista y pasa inadvertido entre los correntinos que caminan por avenida España esquina 25 de mayo.

Con la afirmación inició la charla informal sobre su nuevo libro, en la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), donde hace menos de un año estuvo para explicar justamente las ideas principales de lo que era la obra cuando estaba en ciernes.

En la esquina del edificio sindical llegó caminando con la parsimonia característica de su ser. Detrás de los lentes un rostro que muestra ser comprensible y extremadamente tranquilo. El libro retrata y describe las vivencias de los campesinos argentinos y uruguayos que habitan el Litoral de los dos países limítrofes.

"Es un libro tardío, me arrepiento de no haberlo escrito antes. Desde el año 1985 en que se aprobaron las leyes forestales y empezó la forestación masiva en campos de Uruguay y de la Argentina, algo que hizo foco en nuestro país, en el Litoral; Entre Ríos, Misiones y Corrientes".

Para la recolección de datos Echagüe viajó justamente por las tres provincias mencionadas. Cada una de ellas lleva un capítulo dentro de la obra, con personajes de carne y hueso que habitan pueblos y zonas rurales casi desconocidos por el resto de la gente, funcionarios e incluso, de difícil hallazgo en los mapas.

"Siempre busqué las historias en el llano y no me dejé llevar por lo que dicen los funcionarios o en este caso, los grandes empresarios o millonarios que llegaron a esta zona con sus ideas de industrializar el trabajo agrícola", dijo.

Perfil y más sobre el libro

El periodista que hizo sus primeras armas en el oficio durante la originaria época del matutino porteño Página/12, vive en La Nueva Palmira (Uruguay), desde hace nueve años. En una especia de autoexilio después de sufrir persecuciones y atentados contra él y su familia. Fue en represalia por investigaciones sobre la mafia que existía dentro del mercado central de Buenos Aires a comienzos de los '90.

En ese pequeño poblado del vecino país también cambiaron las cosas desde hace algún tiempo: "Al puerto lo removieron todo, desde un calado que le hicieron hasta los barcos que se ven ahora, en ese puerto de Palmira es de donde saldrá la producción de Botnia hacia Europa".

Lo que relató en ese sentido sobre la pequeña comuna donde vive, fue una muestra de lo que está ocurriendo en la zona limítrofe de Uruguay con la Argentina. "Antes los pescadores sin trabajar mucho sacaban por día mil kilos de pescado, ahora son 400 kilos con un trabajo que lleva mucho más tiempo, yo lo llamo el río sin peces".

El domicilio de Echagüe está a una mediana distancia del tan conflicto Fray Bentos. Otro pequeño poblado donde se erige la pastera finlandesa Botnia a la que vecinos de Gualeguaychú (Entre Ríos) intentan expulsar. "Hay un campaña que la llevan adelante medios de la Capital Federal que desviaron la atención al verdadero problema que es la contaminación que ya sufre la gente de los dos lados de la orilla del Río Uruguay. Ese problema de radiación, lluvia ácida e insecticidas que son arrojados por toda la zona viene desde hace al menos diez años", contó.

Los asambleístas que pugnan por el levantamiento de la pastera erigida frente a la ciudad entrerriana, también forman parte de ‘Crónica del ocaso’. "Los límites entre las dos ciudades no existen, tenemos las mismas culturas, nos mezclamos con las mismas mujeres, las mujeres entrerrianas se casan con uruguayos de Fray Bentos y vicevers. Pero por sobre todo, este tema de Botnia afecta a todos por igual", repitió el cronista escritor.

De cada uno de los pueblos y parajes por donde anduvo "me llevé muchos amigos, es curioso pero desde que me fui del país tengo más amigos argentinos que antes y conocí más mi país desde que vivo en Uruguay".

Relato de un despojado

Gilberto Vallejos nació, se crió y vive en el campo. Con más de 40 años y barba de varios días su oscura piel lleva la marca del labrador. Parecen como tatuajes hechos por la misma tierra. Con su familia desde que se casó vive en la Colonia San Antonio perteneciente al departamento San Miguel (Corrientes).

El caso de este hombre lleno de sabiduría que dan los años y el andar por los montes en contacto con la naturaleza en estado puro, patenta las aberraciones a las que son puestos los habitantes de las zonas rurales. Donde la demarcación de los límites de la tierra no está bien hecha y la balanza de la justicia siempre se inclina hacia los más poderosos.

Vallejos compró una pequeña parcela para producir y alimentar a su familia pero además, quería comercializar lo que salía de la huerta. Pagó con esfuerzo ese terreno y con papeles en mano nunca pudo demostrar que realmente era el dueño de ese lugar. "Aparecieron como tres dueños más y yo no entendía nada", señaló ante la audiencia en la sede de ATE.

Pero lo que más extrañó a Vallejos fue que el propio gobierno provincial en la época de la última intervención federal (2000-2001), supuestamente le financiaría un proyecto productivo. Algo que jamás se hizo y el desencadenante de la historia llegó "el 24 de septiembre de 2005 a la madrugada –contó- llegaron los policías a mi casa y me tiraron a la calle como a un perro, a mi familia, me pegaron y me dispararon con una Itaka al lado de la cabeza. Desde el suelo veía como tiraban abajo mi casa, mi chacra y mis animales".

Durante cuarenta minutos relató todo lo que pasó después para recuperar el lote y "la ayuda fundamental que me dieron mis amigos de San Miguel. Sin ellos yo no hubiese hecho nada porque estaba muy mal, muy mal porque no entendía que pasó. Esa es mi tierra, yo me críe en el departamento San Miguel y por eso compré un poco de tierra para seguir trabajando ahí y criar a mis hijos en el campo que es el mejor lugar donde puede vivir un ser humano".

Actualmente el terreno está rodeado de alambrados desde donde se puede divisar, a muy pocos kilómetros, las coronillas de pinos y eucaliptos, instantáneas del avance de la forestación implantada. La historia de Vallejos se repite con otros nombres en otras geografías de Corrientes, Misiones, Entre Ríos y poblados de Uruguay. Donde la mano, la máquina y la sed de dinero del hombre, devastan siglos de cultura y tradiciones autóctonas. De eso habla ‘Crónica del ocaso’.

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* Publicado en www.corrientesonline.com el 10/02/2007 luego de la presentación del libro por parte de su autor en la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) de Corrientes.-

lunes, 11 de octubre de 2010

La Lucha

Lucha… ¿Qué lucha?

Lucha y vuelve decían los peronistas zurdos y de derecha durante los dieciocho años que se tomó “el viejo” para decidir si venía o no.

¿Los burgueses luchan? ¿Luchan cómodamente con sueldos todos los meses, comida, casa, una mujer religiosamente acostada todas las noches en la cama? ¿Se lucha con Internet más cable instalado y Tinelli y los culos danzantes cada velada durante la cena?

¿Qué lucha? ¿Los que cobran para sacar al aire a diputados, senadores, ministros, gobernadores, gremialistas y presidentes? ¿Ellos luchan también?

Luchan más o menos los que se benefician con las leyes laborales y hacen “la plancha” en la redacción. ¿Luchan los que dicen Luchar cuando se reúnen para lograr mejoras salariales?

Hay Lucha con o sin pauta oficial. ¿Se lucha más cuando hay pautita? ¿Lucha el empresario por la pauta y los ningunea a los empleados?

¿Cuánto puede luchar un movilero que no hilvana una sola frase sin poner una muletilla? Y el que sale al aire con monosílabos¿? Qué tanto luchan los que están fuera del sistema, los que laburan en portales, radios “cascotes” y periódicos de morondanga.

Recuerdo en la facultad como se copiaba en los exámenes y se “calcaban” los trabajos prácticos. No sé porqué pero siempre en los grupos eran muchos menos los que trabajaban que los que no lo hacían. Curiosamente eso lo vi después en la “vida real”.

¿Es justa la lucha para el que no labura igual que el resto? Porqué debe percibir lo mismo uno que “hace plancha” a otro que produce dos y hasta tres veces más. ¿Cómo es la lucha ahí?

Es rara la lucha ¿no? O para luchar hay que dejar de lado el laburo¿? Dejar abiertas las páginas hasta el filo del cierre, total algo ponemos después: “Esto es más importante, es por nuestro bienestar…”

- Pero y el diario…mirá cómo sale mañana….

- No importa boludo…acá el tema es que nosotros estemos mejor, lo del diario zafa…no importa…

¿Será así y soy un pelotudo filosofando? Garabateando pensamientos equivocados…

¿Los que escriben para el culo también luchan?

Los gremialistas no deberían trabajar de eso, pedir licencia y sólo dedicarse a “defender” a sus pares. Dedicarse ciento por ciento a la lucha, hacer “digna” la profesión y el oficio que al entender de ellos, se realiza de esa forma, sólo con la lucha.

En el oficio del periodismo vernáculo son bien conocidos los gremialistas justamente por sus luchas, más que por su trabajo o el tiempo que le dedican al trabajo, por eso quizás sea tiempo de que se brinden un “full time” a rescatar de las garras del mal al resto de los compañeros.

En la lucha revolucionaria/gremial de antes, los dirigentes predicaban con el ejemplo y eso era su principal bastión. En los ’60 y ’70 eran ellos –dirigentes- los que se ponían al frente de los trabajos forzados y quienes tenían turnos más largos, a veces de hasta 18 horas corridas.

Salían de las fábricas y no iban a sus casas para ver televisión, a sus hijos, esposas, amigos o amantes. Iban a la unidad básica o al comité para diagramar las políticas “proletarias” y planear la lucha.

El capital de esa lucha y de esos gremialistas era eso, marcar la diferencia en el trabajo, laburar dos y hasta tres veces más que el resto. Con eso edificaban su credibilidad para hacer política, sentían en carne viva los padecimientos de “los compañeros”, sabían de qué se trataba no solamente las injusticias sino que a la par, conocían el trabajo rudo y esforzado del resto.

Hoy dicen: “Pero los compañeros que no reclaman o no saben sus derechos….por ellos no podemos hacer nada”.

Es el camino más fácil para no hacerse cargo; lo mismo sería pedirle a un esclavo que pelee por su libertad y reclame algo que nunca tuvo. Que un famélico logre alimentos por sus propios medios.

La legitimidad de la lucha gremial actual creo que anida en la capacidad “laboral” de los representantes del rubro, sea cual fuere, no solamente el oficio del periodismo metido en los medios de comunicación.

Quizás allí se encuentre el porqué de las escuálidas convocatorias de los mismos a la hora de reclamos o pedidos de unión, muchas veces agotado en mera diatriba fácil a la patronal de turno que propensos al trabajo como disparador de conquistas.

Como fue la lucha de aquellos “militantes” del ’60 y ’70.-

miércoles, 6 de octubre de 2010

Señor Toledo “intimidado” por beneficiarios de planes sociales

Como todos los días por la mañana, pasadas las siete, el señor conductor radial Daniel Toledo (Sudamericana FM), junto a su nutrido equipo erraban en el programa ‘Otra Mañana’. Era martes y el espacio se iba en accidentes de tránsitos y robos. Hasta que el hombre de radio contó que no pudo sacar dinero de un cajero automático porque en su alrededor, habían centenares de beneficiarios de planes sociales esperando para cobrar y se sintió “intimidado” por tanta gente que podría observar detalladamente sus operaciones.

Quizás la idea fue pedir a las autoridades del Banco de Corrientes S.A. que pongan verdaderas medidas de seguridad en los cajeros automáticos, muchos de los cuales ni siquiera tienen trabas en las puertas, pero en tren de esa solicitud, se volvió al estigma de que cualquier pobre es merecedor de una buena mirada con recelo.

Junto a todo su equipo radial, el conductor Daniel Toledo (Sudamericana FM) comentó lo “peligroso” que significa el amontonamiento de gente alrededor de un cajero automático que no posee vidrios espejados para darle anonimato a los usuarios y a su vez tranquilidad.

“Te ven todo porque están recostados sobre el vidrio”, dijo el señor Toledo a lo que sus compañeros entre risas, agregaron que los beneficiarios de planes sociales (aludieron a todos, generalizaron), podrían llegar con buena vista de por medio a divisar los números de claves y hasta la cantidad de operaciones que puedan hacer los usuarios. Incluso, comentaron, los más osados y porque no, prevenidos, podrían anotar en un papel la numeración de los códigos de tarjetas de debito.

Lograr ver de esa manera, así lo dijo socarronamente uno de los habituales columnistas del envío radial, “si es caja de ahorro o cuenta corriente”. Y agregó seguramente llevado por la ignorancia que la facilidad de memorizar los números se debe a que las máquinas “son digitales” (sic).

Todos los cajeros automáticos son digitales, varían en que los más modernos son táctiles, es decir, no hay botonera. Funcionan con el tacto de un dedo sobre el monitor que ofrece el menú de operaciones.

Sólo faltó agregar que los beneficiados de planes sociales son todos delincuentes y matan el tiempo de espera para cobrar sus “haberes”, “marcando” posibles nuevas víctimas a sus fechorías.

Quizás la intención del señor conductor fue, como dice más arriba, pedir mayores medidas de seguridad a la empresa bancaria estatal, pero ¿hace falta generalizar con el tema de los planes sociales y sus beneficiarios? ¿Es necesario contar que se sintió intimidado por la cantidad y clase de gente que estaba alrededor del cajero automático?

¿No bastaba con describir el estado deplorable en que se encuentran las máquinas expendedoras de dinero? Sin contar las muchas veces que dan circulante apócrifo.

Más fácil es a veces tomar el atajo de la estigmatización, en broma –como fue este caso- pero a la vez en serio al pensar que la indigencia es sinónimo de delincuencia.

¿ O habrá que poner cajeros automáticos solamente para beneficiarios de planes sociales así no se mixturan con el resto de los bancarizados?. -

lunes, 4 de octubre de 2010

Ese viejo rocket llamado Andrés

El cantante Andrés Calamaro colmó el anfiteatro Cocomarola como pocos artistas lo hicieron en los últimos años, demostró así una convocatoria pocas veces vista en el nordeste y para agradecer tanta demostración de afecto dijo: “Mick Jagger cuando duerme sueña con un público como ustedes”.

Cosa rara, si bien Corrientes en al menos los dos últimos años se convirtió en una apetecible plaza de eventos artísticos y show, las entradas para verlo a Andrés Calamaro eran elevadas a comparación de otros cantantes o grupos de su nivel: de 300, 150 y 100 pesos, fueron los costos de las localidades para el Anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola.

Sin embargo algo jugó a favor de los organizadores –nuevos en el rubro espectáculos- “el salmón” hacía una docena de años que no pisaba Corrientes, la última vez lo hizo con la presentación de Alta Suciedad, emblemático disco de éxitos calamarescos.

Y así fue como este último sábado Calamaro y su contundente banda volvieron a estar sobre el escenario del Cocomarola, a quien el cantante varias veces hizo referencia durante el recital. “El padre de la música litoraleña”, dijo sobre el taita del chamamé, Mario del Tránsito Cocomarola.

Con un cálculo ocular a simple vista el anfiteatro llenó sus diez mil localidades y con letreros luminosos de la década del ’80, y la leyenda del nuevo disco ‘On The Rock’, Don Andrés salió a escena un par de minutos antes de las 22.

Con estampa de rocket y sobreactuaciones al estilo Calamaro, el cantante arrancó con un par de canciones de la nueva placa, desconocidas para el heterogéneo público, algo que después agradeció justamente por eso, al ser ignotas la gente se limitó a escucharlas en silencio.

Pero como siempre pasa, “una que sepamos todos”, llegaron los clásicos Paloma, Todavía una de amor (letra de Joaquín Sabina), Flaca, Alta Suciedad, y Crímenes Perfectos entre otros. Sumados a los himnos del corazón como ser Mil Horas y Costumbres Argentinas, fueron parte de una batería de canciones nostálgicas de los ochenta y comienzos de los noventa.

También un poco de Río Manso, la legendaria polquita chamamecera con rasgueado y Volver, ayudado con una especie de telepronter ubicado en uno de los monitores de sonido el cantante carraspeo la letra tanguera.

Así es Calamaro, uno de los pocos compositores que sobreviven a esa excelente caterva de exiguos músicos populares argentinos florecidos en los ’80. Por eso es ese viejo Rocket llamado Andrés y lo del pasado sábado dos octubre en Corrientes, fue Rock.

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Comentario: Al promediar el show, durante un breve intervalo entre una canción y otra, el cantante habló sobre los aromas que olfateaba desde el escenario: “Hasta ahora no me llega olor a porro, me llega olor a asado, cómo cambiaron los tiempos”, dijo y tras un par de segundos rápidamente aclaró, “es un comentario ehh…no una apología”.

Andrés Calamaro enfrentó a comienzos de la década del ’90 un juicio por supuesta apología al consumo de estupefacientes, durante un recital en La Plata (Buenos Aires), la causa duró once años tras lo cual fue sobreseído al entender los jueces que no hubo delito, sí “inconveniencia” en los dichos del cantante.

sábado, 2 de octubre de 2010

Barone: “Soy un ex periodista”

Invitado por una fundación y por la Universidad de la Cuenca del Plata, el panelista del programa kirchnerista 678, Orlando Barone, estuvo en Corrientes. Habló de lo “trascendente” de la sanción y aplicación de la Ley de Medios Audio Visuales y de su “deconstrucción” como hombre de prensa para convertirse en un militante K.

Cuarenta minutos después del horario previsto (20.30), Orlando Barone entró al salón auditorio de la Universidad de la Cuenca del Plata, no es ni músico, ni artista, pero sí se convirtió en el último año en una de las caras más visibles del kirchnerismo, mostrando esa pata intelectual con reminiscencia setentista que tanto le gusta exhibir al matrimonio presidencial.

El periodista y escritor lo sabe, entiende que su participación en el programa ultraoficialista 678 (Canal 7 TV Pública), lo llevó a la popularidad que hoy tiene en la clase media simpatizante con el gobierno nacional.

“Soy un ex periodista” se definió y a lo largo de casi una hora y media trató de explicar porqué y cómo llegó al kirchnerismo, dijo además que solamente “hablo de lo que sé, del periodismo” y cargó duramente contra lo que califica como “los medios hegemónicos”.

Así, Clarín, La Nación y los pulpos informativos de la Argentina y del cono sur, fueron el tema de la charla, en el marco de la aplicación de la Ley de Medios Audio Visuales, por eso Barone estuvo en la capital provincial invitado por la Fundación Esperanza, de tinte kirchnerista.

“Estamos ante una bisagra con esta ley (Audio Visual) porque muchos periodistas dejarán de ser delfines que hacen piruetas en un acuario y deberán salir al mar”, trazó una analogía el periodista y escritor, explicó que ése mar es la gente y la democratización a la que llegarán los medios de comunicación con la norma aprobada hace unos meses en el Congreso y que el gobierno nacional busca aplicarla a pesar de las vallas judiciales interpuestas por las empresas de comunicación provenientes de la factoría Clarín.

Fiel a su perfil y al programa 678 criticó la postura “derechista” de Magdalena Ruíz Guinazú, entre otros, “nosotros la pusimos ahí y es por algo, por algo la gente dijo a lo largo de todos estos años que Magdalena debe estar donde está. Pero qué Magdalena es la que quiero yo –se preguntó Barone- la de comienzos de los ochenta cuando hablaba de democracia y de los desaparecidos o la que trabaja ahora para la derecha y para la hegemonía de Héctor Magnetto (gerente director de Clarín)”.

A su idea tomándola como “ejemplo” sobre Ruíz Guiñazú, sostuvo que los medios “son cautivantes para la gente, los atrapa y por eso la gente no los critica, porque son adictivos”. Sin embargo, aseguró que con 678 “un pequeño programita pudimos empezar a mostrar el otro lado de la realidad y dejar en evidencia a los grandes medios de cómo muestran lo que sólo a ellos les interesa, disfrazados en lo que supuestamente le interesa a la gente”.

Ante doscientas personas que colmaron el acotado salón auditorio, hubo una pantalla gigante afuera para los que no pudieron entrar, el aire era casi familiar y con una gran atmósfera kirchnerista, Orlando Barone contó así su llegada al kircherismo en 2003 durante los primeros meses de gobierno de Néstor Kirchner.

“Me convocaron para dar charlas en el interior del país con la Secretaría de Cultura por mi visión de escritor mucho más que periodista y así llegué y de a poco me fui involucrando”, contó.

Estimó que con sus 72 años y tras el involucramiento con la gestión K le será muy difícil regresar a una redacción, aunque actualmente es columnista en radio con otro alfil mediático kirchnerista que es Liliana López Foresi, pero Barone como gran parte de los simpatizantes del gobierno nacional tiene mucho de romanticismo setentista.

“Creo que a mi edad estoy más en lo que quiero ser que en lo que fui, nunca renegué de los trabajos que tuve y de las cosas que hice, de las notas que escribí en los medios donde trabajé, pero siempre fui crítico con el oficio del periodismo y creo que ahora con mi deconstrucción como periodista llegaré finalmente a quien quiero ser, y soy éste, el que ven ustedes. Soy más el de ahora que el que fui a comienzos de mi carrera”, dijo en el final del encuentro.

Eran casi las once de la noche y Dalia Canteloro (conocida militante peronista local devenida en kirchnerista) en su rol de moderadora, pidió a los presentes que no hagan más preguntas porque el invitado estaba muy cansado debido al trajinar de toda la jornada en suelo correntino, atendiendo periodistas y referentes políticos de la línea K.

En medio de aplausos y gente pidiéndole para sacarse fotos con el, Barone y su sonrisa a flor de piel y de dientes, parecía a pesar del cansancio disfrutar al máximo ese reconocimiento muy extraño dividido en su fama de panelista televisivo y militante ultra oficialista.

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Compadre de Adolfo Castelo: http://www.corrientesonline.com/noticia.php?i=43984

Socialista y con padres muy peronistas:

Los kirchneristas locales cholulos:

viernes, 1 de octubre de 2010

Sedición, Ecuador- Corrientes. No tan distinto

Algunas imágenes eran muy parecidas, como la de policías correctamente uniformados y armados, parados marcialmente frente a retenes con ardientes neumáticos. Otros efectivos menos altaneros, con la cara tapada o disimulando rasgos faciales por medio de oscuros anteojos para sol. Lo ocurrido con el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa y con la institucionalidad ecuatoriana, tiene parecidos ineludibles con el alzamiento policial correntino de 2008.

Sí, las comparaciones dicen que son odiosas pero de igual forma hay que hacerlas. A veces y este caso lo amerita, es imposible abstraerse. La sedición de una parte de la policía ecuatoriana puso en vilo la frágil institucionalidad de ese país ya de por sí vapuleado por sus vaivenes políticos, sólo entre los años 2000 y 2007, tuvo ocho presidentes.

Un país chico con grandes riquezas petroleras cuya moneda nacional es el dólar. Así es, no tiene divisa propia y quizás sea porque dentro de su territorio haya una base de Marines norteamericanos.

Pero los hechos ocurridos el pasado jueves desnudaron justamente la flaqueza institucional, sectores opositores al Presidente Correa a quien le gusta caminar por la izquierda y tomar decisiones en ese sentido, inocularon en las fuerzas policiales ideas sobre recortes presupuestarios y quita de ciertos beneficios al sector.

Trepados a eso los uniformados marcharon a lo que hubiese sido un mero motín pero que rápidamente viró a una sedición sujetada por detrás en actores políticos que buscaban quedarse con el poder, los policías desobedecieron sus mandos naturales, reprimieron al pueblo y al propio Presidente que es nada más y nada menos que el Comandante en Jefe de la Nación.

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En Corrientes a fines de abril de 2008 un grupo de policías, entre suboficiales y oficiales, salvo comisarios que por lo general se ocultan tras las sombras de los subalternos que se ponen al frente, comenzaron un motín similar.

Primeramente llamado “retención de servicios” que si no se tratara de una fuerza de seguridad sí le cabria el término, en este caso fue un eufemismo mal usado para lo terrible que estaba por venirse.

Los uniformados amparados por sus familiares que los acompañaron en el reclamo de mejoras salariales, tomaron una delegación policial (comisaría quinta y división de comunicaciones y caballería), usaron luego herramientas del Estado provincial (vehículos, armas, uniformes, equipos de comunicación) en beneficio de un reclamo sectorial. Un claro delito desde donde se lo mire, sumado al de sedición porque los efectivos desobedecieron órdenes de sus mandos naturales, ergo, superiores.

Marcharon luego al puente interprovincial Manuel Belgrano donde mantuvieron una protesta (corte de ruta) de diecisiete días y en las últimas jornadas, interrumpiendo de manera total el tránsito sobre el viaducto generando un verdadero caos en toda la región nordeste del país.

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Al igual que Ecuador, el conflicto en Corrientes estuvo fogueado por sectores políticos, uno de ellos, el actual gobierno provincial – aquella vez oposición- apoyado en sus tentáculos sostenido en sendos estrados de la justicia. Poder Judicial que a través de alguno de sus funcionarios, aseguró y prometió a los sublevados que acciones que podría haber tomado el entonces Ejecutivo provincial en el área legal, no prosperarían.

Como en el país donde gobierna Rafael Correa, sabido es que la institucionalidad de Corrientes siempre corrió por un hilo tan delgado como el de coser. Así quedó expuesto cuando los insurrectos policías correntinos, armados y uniformados, decidieron no bajarse del puente Belgrano.

Decían que si querían sacarlos por medio de la fuerza, por ejemplo utilizando elementos de la Gendarmería Nacional, resistirían. Y de hecho así parecía porque exhibían a prudente distancia sus armas reglamentarias.

Y también como en Ecuador, en plena marcha de los sucesos sediciosos, los insurrectos pidieron amnistía una vez terminada la sublevación. Durante muchos parlamentos que hubo entre funcionarios provinciales en los aciagos días de abril y mayo de 2008, los sediciosos uniformados locales habían olvidado el motivo central de su protesta (mejora de salarios) y estaban más preocupados por un perdón generalizado al ver tamaña caterva de delitos que habían cometido a lo largo de casi veinte días.

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Sin embargo hubo una diferencia en el final de la misma historia para disímiles escenarios: Tras la sublevación en Ecuador el Presidente Correa regresó al poder después de haber estado muy cerca de ser depuesto, ocurrió gracias al apoyo de la gente y no dio amnistía para los efectivos sediciosos. Prometió sí, “ni olvido ni perdón”, a los que se levantaron en armas contra la ciudadanía y las instituciones del país.

En Corrientes sí hubo indulto general para los que mancillaron la institución policial, es más, en las horas de los últimos dos días de haber “tomado” el puente Belgrano, los uniformados sublevados acorralaron a los poderes judicial y ejecutivo de la provincia que tuvieron que dar la ley del perdón. Sin ver un salida “pacífica” al conflicto.

Ante una ausencia del gobierno federal, aliado subterráneo por aquellos tiempos, del actual gobierno provincial enrolado en la oposición a la administración que debió hacer frente a la sedición.

Pero a diferencia de Ecuador, no hubo muertos, ni heridos, no existió tampoco rapto de mandatario alguno. Los policías correntinos lograron, a fuerza en el sentido literal de la palabra, una serie de mejoras en sus haberes mensuales que arrancaron al gobierno correntino de aquel entonces.

Y también lograron algo más, incubar la idea de que cuando algo no les gusta a los señores de uniforme, lo harán saber y no por las vías administrativas o institucionales.

Quizás en Ecuador también haya quedado el mismo mensaje en tono de moraleja, pero con un final diferente y mucho más decoroso al correntino de hace dos años atrás.

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