domingo, 15 de abril de 2012

Yo no quiero Resistencia con aguacero

Virus de la madrugada sin calle melancolía. Ni hombre del traje gris que no sabe donde habita el olvido. Con escarcha en el pelo y esa primera noche suspendida por lluvia que sonó a portazo con signo de interrogación.

Regresamos a la maldición del cajón sin su ropa a perder la calma como esa gente que la pierde por la cocaína.

Viendo a las musas irse de vacaciones y otro tanto con el primo el Nano. Sin hacer otra cosa pensando en ellos sin que se nos ocurra nada.

No pasaron ni 19 noches ni 500 días pero entendimos que debíamos jugarnos la boca en ese boulevard de sueños rotos.

No nos abandonaron ni como zapatos rotos ni nos echaron de ningún casino de dos redoblones. Porque sabíamos que hay más de cien mentiras que valen la pena antes que cortarse de un tajo las venas.

Que esa noche tras el aguacero en Resistencia le levantaríamos la falda a la luna que jugaba a las escondidas por detrás del escenario.

No queríamos contigo ni sin ti. Deseábamos el rockandroll de los idiotas como conductores suicidas sabiendo que al termino de todo regresaríamos a casa con la frente marchita. Como esas pequeñas cosas que nos hacen llorar cuando nadie nos ve.

Como es el amor de los marineros que besan y se van. Dejan una promesa, no vuelven nunca más. Entonces para esa segunda velada de martes nos pusimos el traje de pirata cojo y elegimos cada hombre que nunca seríamos en esta vida.

Porque las malas compañías son las mejores aunque tengamos un alma que perder aparcamos en curvas redentoras con las más señoras de todas las señoras y con las más putas de todas las señoras.

Sabíamos que el diario hablaría de ellos y nada de nosotros porque ellos valen más que el oro del Perú y porque son nuestra patria, afuera, no hay nada.

Entonces ocupamos nuestra localidad y prestamos atención desde que se levantó y bajó el telón.

Porque entiendo que estoy tan joven y tan viejo y porque siempre pienso en irme muy lejos. Porque esa noche no salí contigo y sin embargo se quedaron sin beatas las catedrales y fuimos dos gatos al abrigo de los portales.

Porque a mis treinta y diez a quién le importa que conserve algunos vicios si el traje de madera siquiera está probado.

Porque la noche del 9 de abril de 2012 yo no quise aguacero en Resistencia (Chaco) ni Corrientes sin ti. Ni engañarte con cualquiera ni pedir un buen champagne francés y que sea con otra.

Yo la noche del 10 abril no tuve vecinas con pucheros y como siempre no quise sembrar ni compartir.

Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.

FOTO: Juan Pablo Faccioli para el diario época

P/D: Y quien nos remolcó en la primera velada frustrada tras tanta agua del cielo.

jueves, 5 de abril de 2012

Ruido, ruido, mucho ruido

Garúa como desde hacía tiempo no lo hacía en un jueves santo. Mañana no hay diarios y hoy no trabajo y me zumba desde hace más de un día algo en la cabeza.

Lo ocurrido a Mariela, colega del Libertador y compañera de la facultad allá por aquellos locos fines de los ’90 cuando era joven e inmortal. Cuando no tenía en mi mente las toxinas de este oficio.

Pienso y trato de encontrar lógica al porqué llegamos a esta situación. A tal grado de perversidad en nuestro oficio. Al síndrome de Estocolmo que muchas veces se da en el medio.

Le doy vueltas a la rosca y no le encuentro sentido. Y entonces siguen ocurriendo cosas alrededor. Los tres detenidos por el derrumbe de un edificio donde murieron ocho tipos pobres, fueron liberados casi a la medianoche y a escondidas por una jueza que no quiere tener en sus manos la causa.

Un expediente que son varias brasas calientes. Recuerdo entonces los dichos del ministro de Salud Pública, Julián Dindart, diciendo que las niñas madres se embarazan para cobrar la Asignación Universal por Hijo. A más pibes más guita.

Y un par de días después el ministro de Educación –veterinario él- Orlando Macció sale al rescate del asedio mediático que padece Dindart y es contundente: “A las niñas les enseñaremos a decir que NO”.

El ruido y la angustia bailan malambo en mi cabeza. Y el morbo con ironía me lleva a imaginar cómo una maestra jardinera se esmera en instruir a las pequeñas a rechazar propuestas de índole sexual.

Aparece en escena la camioneta del Instituto de Vivienda de Corrientes (INVICO) con una preciada carga que no son materiales de construcción. O bueno, construyen pero realidades de otro mundo, dicen que llevaba marihuana pero nadie pudo comprobarlo y de hecho el gobierno provincial lo desmintió. La versión periodística daba cuenta que fue detenida en Chaco durante un control policial de rutina.

Y de nuevo veo la cabeza de Mariela en una pica en el centro de la escena. También me veo a mí en un tiempo no muy lejano como muestra del escarnio al que cualquier kamikaze de este oficio puede terminar.

El caso de la colega incluso es mucho más complejo, siniestro: hizo su trabajo diario de un diario y días después le asestan una lanza ejemplificadora para el resto. El pretexto es la supuesta falacia del vehículo oficial y la carga verde, sin embargo un par de días antes la misma data salió en otro medio de Resistencia (Chaco) que pertenece a la matriz del Libertador. Todo en el marco de protestas laborales en el tabloide de la colega.

Vaya confusión. Como explicar e indicar la salida de este lodazal.

Allanan la casa del vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, y la justicia promete llegar hasta el fin.

Por la tele muestran la partida desde Londres de un “moderno destructor”, una mole de acero que tiene como destino final el puerto de Malvinas o las Falkland. ¿Otra guerra?

Las noticias hacen ruido pero no en la gente. Lo hacen en el microclima donde se difunden, un círculo reducido que se asemeja a un limbo.

Observo las cosas que ocurren en todo momento y no diviso salida a la vista. Angustia de ver eso y decir: “En manos de quiénes estamos”.

Sigo escuchando a Foo Fighters y voy al placebo que todos tenemos. Indignarnos un rato y luego hacer como que nada haya pasado. Así vivir cuesta esta vida.

Jueves, siesta. 15.17