sábado, 31 de diciembre de 2011

Tapa

Y entonces un día hice la tapa de un diario. Fue un 16 de octubre de 2011, día de la madre, a tres días de cumplirse cuatro meses de su partida.

Cuando salí del diario empecé a comprender eso que siempre me da vueltas en la cabeza. Las señales. Me fui a un bar, me tomé cuatro fernet, monté la moto y pasé a buscar el diario con la tapa que hice a lo largo de todo aquel domingo.
Llegué a casa y me puse a llorar como un niño.

Y entonces entendí que estábamos en paz. Que ella finalmente no se había ido. Que siempre estuvo ahí conmigo y ése domingo en su día me corrigió errores y me ayudó a cerrar temprano mi primera edición.
Y entonces entendí lo inentendible, su ausencia constantemente presente.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Pelotudos

Iba a ser una jornada difícil la que estaba empezando a desandar. Dicen que desde temprano el Mandatario provincial llamó y en la mayoría de los casos, despertó a sus funcionarios para retarlos con una inagotable caterva de improperios sobre una nota publicada en un matutino metropolitano.

La noticia daba cuenta que un centro de asistencia médica público estaba sin aire acondicionado y que pacientes, familiares, médicos y enfermeros debían ponerle el cuerpo al calor. Un extra que podría ser letal a la hora en que una persona define si queda o no a este lado de la existencia. Tanto para enfermo como para facultativos que deben trabajar para que el mortal siga en esa condición, siendo mortal.

Vaya que el hombre se molestó y a penas se enteró de la cuestión, vía tabloide sobre el cual siempre dice no ser muy afecto –afirma que no los lee con frecuencia- indagó el porqué tal historia se hizo pública y qué diantre pasó con los equipos de aire acondicionado; en ese orden.
Para colmo de males un día antes el gobernador recibió llamados de intendentes del interior provincial y no eran justamente para saludarlo por las fiestas de fin de año, eran para pedirle que solucione los cortes de energía que se multiplican cada vez que la temperatura estival pasa los 35 grados.

En el medio de todo esto y como se indicó más arriba, un muy mal día, un par de cronistas acudieron al jefe Estado para entrevistarlo y ensayar una especie de balance oficial 2011 en voz y pensamiento gubernamental. Escoltados por algunos escribas que aún sentían en los oídos reclamos del jefe, fueron recibidos por el Mandatario provincial con el saludo a quema ropa: “Quiénes son los pelotudos que escriben eso del hospital en el diario”. Vagamente la afirmación sonaba a broma y ambos cronistas atinaron a sonreír y uno soltó como respuesta que el gobernador aclare a qué pelotudos se refería porque en el matutino había varios a quienes le podría caber semejante mote.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Príncipe desteñido

En las adyacencias de la aldea el Príncipe rondaba por las noches en busca de algo que alivie su nostalgia y sobre todo que pueda vencer a un feroz enemigo. El olvido. Pero hasta ahora no tenía ni armas ni ánimo suficiente para enfrentar a tal adversario.

Y así andaba, errante por bosques aledaños mirando las campiñas y mujeres laboriosas que cosechaban el trigo, hombres que iban de caza en busca de ciervos y pavos reales para obtener plumas destinadas a los disfraces de carnaval.

Habían pasado meses y quizás años hasta que seriamente el Príncipe empezó a caer en la cuenta que estaba condenado a no lograr vencer al temido olvido, es más, ya estaba casi convencido que no podía siquiera hacerle frente en algún páramo cercano a la aldea.

Pero no hay mal ni conjuro que perdure cien años.

Una noche de primavera parecida a una otoñal le hablaron de una princesa sobre quien decían que por las noches se convertía en bella durmiente y entonces el hijo de reyes abdicados juntó valor y bajó a la comarca. El objetivo era buscar y hallar a la dama en cuestión y con ella dar pelea al olvido rodante por todo el dominio aldeano.

Cortejó a la doncella durante algunas semanas, caminaron por las praderas y hasta se adentraron en el lago cercano al caserío con fama de ser encantado en vísperas de lunas tísicas.

Así el Príncipe creyó que estaba listo para medirse con su acérrimo enemigo pero antes debía enamorar a la doncella y cuando estaba apunto de hacerlo ella le confesó la brutal realidad: no era una bella durmiente y ergo, no necesitaba de besos para despertar.

La poca moral que le quedaba al antihéroe de esta historia se diluyó con una gran lluvia desatada en plena madrugada cuando abandonó su camino a la aldea. De regreso al bosque caviló en qué había fallado y que nunca jamás presentaría batalla al olvido.

Cuando llegó a la mitad del bosque, empapado por la voraz tormenta e iluminado por un relámpago notó que el azul de su atuendo estaba desteñido.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Así estoy yo

No hay nada peor que una sala de espera donde no habita la esperanza. Donde el dolor, la angustia y la vulnerabilidad humana van tapadas en sábanas blancas y la parca ronda silenciosa y cautivante como ella se caracteriza.

Niños gritando tras pasar estudios ultravioletas, gente apremiada por saber resultados que ya saben que no serán buenos.
Sillas de ruedas con pasajeros conectados a sueros y tubos de oxigeno.
Caras que no dicen nada y rengos que buscan vanamente disimular la minusvalía.
Otros como yo con hidalguía fingen tranquilidad cual pronto fusilado frente a su pelotón que lo ultimará.

Entonces uno recuerda al ver estas instantáneas que absurda es la materialidad de la cosas. Que burdo es el dinero, el andar a prisa y el ser puntual. Que torpe es ser un fanático del trabajo y qué nostálgico y lejanos quedaron aquellos tiempos en que uno era inmortal.

Amores perdidos en las profundidades de los mares del olvido y ahora embriagarse con agua mineral y nada de picantes y frituras.

Diminuto ante esas cosas de la vida se me viene a la mente aquella canción: “Apenas vi que un ojo me guiñaba la vida le pedí que a su antojo dispusiera de mí, ella me dió las llaves de la ciudad prohibida yo, todo lo que tengo, que es nada, se lo dí”.