domingo, 5 de junio de 2016

Yo quiero a mi bandera, al revés, al revés

Algo extraño está pasando en la comarca y sus habitantes no perciben una extraña señal enclavada en un lugar estratégico. Intersección de las avenidas Juan Pablo II, costanera sur y avenida Jorge Manuel Romero. Una bandera de la provincia de Corrientes, la aldea, flamea ondeante ayudada por el gran viento otoñal donde el Paraná intenta hacer un codo, al revés. Sí, al revés. Hay que poner la cabeza hacia abajo y mirar en sentido contrario para poder leer la leyenda: Patria Libertad Constitución. A su lado altiva está la bandera nacional y completa el trío de pabellones la insignia de la ciudad que si uno es malo, podría entender que es un homenaje al huevo frito. En su centro aparece una circunferencia amarilla que intenta parecerse a un sol, enfrente hay siete puntas que parecieran ser extremidades de tenedores a punto de pinchar la comida.

Es domingo y todo el bulevar costero, máxima expresión de la correntinidad y su relación con el río, está repleto de familias, amigos, parejas y transeúntes que intentan hacer ejercicios físicos en medio del gentío. La tarde es radiante. Sol pleno y viento frío en la ribera anticipa que la noche será bastante fresca.

La bandera al revés. ¿Qué habrá pasado? Fabián Ríos habrá declarado la guerra total a las huestes de Ricardo Colombi. Ricardo y Fabián, como los nombra con confianza asumida un tabloide que factura por ambas ventanillas oficiales: provincia y municipio capitalino. ¿A caso Fabián capituló ante Ricardo? O ¿Fabián ganó una batalla que desconocemos el resto de los aldeanos? Estaremos quizás ante el inicio de un nuevo tiempo sin Ricardo, el más gauchito de los gauchitos. Habrá iniciado el tiempo en que Ricardo deje de ser el tuerto en el país de los ciegos. El bruto en el país de los analfabetos.
Será la indicación para algún grupo de otra provincia que venga a explicarnos seriamente que no somos una República, sino que pertenecemos a un país que se llama Argentina. Un país dislocado, salvaje, contradictorio, pero país al fin.
Los miles de correntinos y correntinas pasan por debajo de los tres pabellones. Nadie advierta la extra señal. Será el inicio del cumplimiento de la vieja profecía: “Si la Argentina entra en guerra Corrientes la va ayudar”. La bandera al revés será un indicador de que Mario Bofill es un excelente legislador provincial y que aún no nos dimos cuenta. Que dejará de tocar canciones de hace 30 años y redactará leyes que nos saquen del letargo colonial en el que estamos. Quizás también indique la bandera al revés que el “artista” tocará alguna vez gratis.
Tanto soliloquio para terminar en que algún agente comunal apurado para ir a su casa izó erróneamente la insignia de la provincia. ¿Qué dirían nuestros próceres desde lo más profundo de sus tumbas? Qué dirá Ricardo, comparado últimamente con alguno de ellos.

Wikipedia que suele ser inexacta arrima algunas explicaciones:


La bandera al revés. Existen divergencias sobre el significado de izar la bandera al revés:

La primera indica que es una forma de declarar rendición ante fuerza armada extranjera. De hecho, si una fuerza armada toma una plaza y por cualquier razón no tiene un pabellón propio, puede izar la bandera enemiga de la plaza tomada al revés, para indicar a sus fuerzas aliadas que la posición está rendida o tomada, que ya no es hostil.

La segunda versión es una variación de la primera e indica que poner la bandera al revés e izarla en un punto representativo, es decir, mástil de un barco o en el asta de un edificio, significa solicitud de auxilio por amotinamiento, secuestro o actualmente terrorismo. Es un recurso antiguo para avisar a tropas amigas que venían cuando un fuerte estaba tomado para que no sufrieran una emboscada.

En tiempos de paz, una exhibición del pabellón al revés de parte de individuos u organizaciones civiles puede ser considerada un insulto cívico sancionable en determinados países. Lo mismo con la quema de la bandera local en manifestaciones callejeras.



Yo quiero a mi bandera, yo quiero a mi bandera.

Planchadita, planchadita. (Luca Prodan. Sumo)

viernes, 3 de junio de 2016

Un sueño resistenciano

Víspera de 1º de Mayo. Sábado previo, sin actividad por el día del trabajador los diarios no salen a la calle. Hay que dedicar la jornada al sagrado asado, vino, familia. Todo 24 horas  antes, la vida a contramano como siempre lo es para quienes escriben por encargo.
Fue todo vertiginoso, rápido, fugaz. Lo primero que recuerdo es el aquelarre en la zona céntrica. Entre la catedral y la plaza 25 de Mayo. Gente, muchas personas caminando a una velocidad inverosímil, tanto que era como un choque constante de los transeúntes. Unos contra otros. En su mayoría muy abrigados y sus rostros eran imperceptibles. Pero en la atmósfera de la somnolencia sobresalía que la imagen pertenecía a una hora pico de la ciudad. Quizás, alguna jornada de cobro de haberes a esa masa conocida como empleo público. El único motor de las economías provincianas. Es retroalimentar financieramente la plaza local desde el Estado.

Avanzaba en medio de esa marea humana buscando no sé bien qué. De momentos quería imitar a la muchedumbre pero era imposible. Terminaba chocado y empujado hacia cualquier lado. La sensación era que los empujones me iban dejando en las márgenes de las atiborradas veredas. A distancia prudencial, ni cerca, ni lejos, veía los techos sobresalientes de la vieja terminal de Resistencia. Conciente e inconsciente peleaban por saber si era una imagen real o una postal de ensueño. Por qué los sueños son tan reales mientras duran. Hay bibliotecas enteras que lo fundamentan entre lo orgánico del cerebro y lo metafísico.

Entre ese aquelarre ella iba con un niño de poco meses de vida, lo llevaba entre sus brazos. Se me aparecía intermitentemente en medio del gentío. Inútilmente traté de recordar su vestimenta. El pequeño, no sé por qué intuyo que era varón, estaba tapado con una manta que no dejaba ver su rostro. Ella, sobresalía entre la multitud dejando una estela con su cabello oscurísimo, la sensación era que iba mucho más rápido que el resto. Eso también la diferenciaba de los demás. Intenté seguirla pero de a ratos se me perdía de vista.

Abrí los ojos, era sábado, de mañana y difusamente recordaba el último instante del sueño: junto a ella estábamos en el vagón de un subte, ya no se si cargaba al niño. Sus labios empezaban a besarme y allí me desperté. “En Resistencia no hay subtes…”, fue lo más lógico que empecé a recordar.

(Resistencia. Capital de la provincia del Chaco)