lunes, 31 de mayo de 2010

Si bajaran de la luna los periodistas

Exactamente a una semana de conmemorarse el día del periodista, en Corrientes uno de sus cuatro diarios, La República, se debate entre la vida y la muerte, más cerca de la defunción que de un milagro que mantenga con vida a la empresa.
Casi una metáfora de una provincia pobre, famélica en inversiones privadas y raquíticos niveles de instrucción, lo que pareciera ser un inminente cierre del matutino propiedad del Grupo Chamas, simboliza años de cómo fueron los métodos utilizados cómplicemente entre políticos, empresarios y encumbrados periodistas y comunicadores.

Esto es, cuando un medio da réditos económicos todo marcha sobre rieles y cuando el grifo de recursos, por lo general oficiales, se agota, el medio empieza su caída libre arrastrando a trabajadores, los que no solamente son periodistas sino también administrativos, chóferes, ordenanzas, etcétera.

Hasta aquí la historia es repetida y caben responsabilidad en cada uno, cada uno, desde quizás no haber hecho un buen trabajo cotidiano para afianzar el medio dentro del mercado aunque esto no fuera excluyente para evitar lo que hoy están padeciendo los colegas de La República, el otro tanto es la pasividad repetida en idénticas cantidades para el Estado que no controla las condiciones laborales de ninguna empresa, sea el rubro que sea y del gremio que se arroja la representación del sector periodístico.

Los periodistas poseemos o ¿padecemos?, un ego muy especial, casi en los mismos términos que los artistas. La mayor parte del tiempo nos la pasamos mirándolo y defenestrando al otro, aunque esto es genéticamente argentino, será momento de ver cómo evitar que estas cosas como el caso La República sigan ocurriendo.
¿Cómo hacerlo?, no se me ocurre la menor idea, pero quizás en bajar los niveles de hedonismo y de estar permanente mirándonos al espejo ayude a exigir solamente que se cumplan reglamentaciones y leyes laborales, aunque esto parezca ilusorio o quijotesco.

Vivimos en la Argentina, en una provincia y región casi olvidada en el desarrollo tecnológico, social y de infraestructura, pero vale la pena, ahora en estos momentos duros, plantearse muy adentro por qué se llegan a estas situaciones y no verlo todo como las chicas de Almodóvar “¿Qué hice yo para merecer estos?”.

Por estas horas los representantes legales de La República (lunes por la mañana) ratificaron ante la subsecretaría de Trabajo provincial, su decisión de iniciar una serie de despidos “para poder sanear la empresa”, dijo tras la reunión el secretario General de la Asociación de Periodistas Correntinos (APC), Roberto Zorrila, quien estuvo presente en el encuentro con los empresarios, trabajadores y el organismo estatal que solamente ofició de mediador.

A lo que se suman una serie de versiones como ser el vaciamiento de la firma para poderla vender a empresarios cercanos al actual gobierno provincial, pero ninguno de los rumores indica una salida favorable a los empleados.

En el inicio de este mes el matutino empezó como programa de achicamiento a no salir los fines de semana (sábado y domingo), “ellos insisten que despidiendo dieciocho personas lograrían no cerrar la empresa”, explicó Zorrilla para luego apuntar sobre el sostenimiento de la misma a lo largo de sus cinco años de vida por medio de la pauta oficial publicitaria.

Descreyó además que la actual administración gubernamental compre el diario, “no está en condiciones de hacerlo ni por medio de terceros, creo que no le interesa en este momento”, dijo.

Sinceramente a los colegas de La República espero que el rubicón que están a punto de cruzar los encuentre con sus puestos laborales asegurados y que en el peor de los casos, y si es que se produce, los futuros propietarios de la firma cumplan con las condiciones mínimas de trabajo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

De pasaportes apócrifos y sentido de pertenencia

Quizás sea tomarse una tremenda boludez demasiado en serio, pero es justo y necesario que como forma de promocionar nuestra provincia se entregue a potenciales turistas un “Pasaporte”, como método para mostrar las bondades de esta tierra y a su vez diferenciarla de las demás veintitrés jurisdicciones nacionales.
Resulta obvio decir que el documento es simbólico como una manera única de exhibirse ante sus competidoras, por parte de este terruño, cada vez que hay visitas ilustres y no tanto pero el solo hecho de ser “extranjeras”, es decir no correntinas, se les obsequia el ficticio “Pasaporte” a la espera de una próxima visita.

Durante los recientes y maratónicos festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo en la Capital Federal, Corrientes al igual que el resto de las provincias, tuvo su espacio en el paseo homónimo a los 200 años del primer gobierno patrio, resulta que cada visitante que ingresaba al lugar (stand correntino), se llevaba un Pasaporte en la mano.

Curioso no?, tal vez. O bien tomarse en serio tamaña patraña marketinera. En realidad lo que me parece es que el mentado “Pasaporte” estriba, más que sostenerse, en el viejo apotegma: “Corrientes República aparte”, con el que durante años los habitantes de esta parte del país creímos diferenciarnos solamente por nuestra existencia y no por nuestras costumbres, creencias o cultura, de los demás mortales que habitan la geografía nacional.

Este tema del “Pasaporte” se remonta a la gestión anterior a la actual, se desconoce quién lo haya inventado y bajo qué circunstancias, pero el actual gobierno lo sigue aplicando como política turística y cultural.
Justamente ahora, en tiempos en los que se debate la unión del país o incluso, donde las provincias intentan sobreponerse a un bastardeado federalismo por parte de la Capital Federal que se arroja el mote de “Nación”.

Durante los menemistas años ’90 y jóvenes ’80 los gobernantes correntinos de entonces machacaban la idea de “República” para la provincia, una perorata que prendió en la corrrentinidad, aislando mucho más de lo que en su historia lo estuvo Corrientes del resto del país, del resto, no solamente de la centralista Buenos Aires.
También en los siglos XVIII y XIX los feudos fogoneaban este egocentrismo de creernos aparte de todo, pero quizás en aquel tiempo el pensamiento tenía más sostén por la institucionalidad política que aún se estaba gestando en el país.

¿Pero hoy es necesario apelar a estos rebusques para mostrar nuestra tierra y captar la atención de los foráneos con un ficticio papel?
Ya sé, puede ser demasiada boludez para cavilarla, pero no está mal planteárselo y tratar de pensar un poco más allá de vacuos argumentos a la hora de mostrar nuestro sentido de pertenencia hacia los demás.-

sábado, 8 de mayo de 2010

Espejismos

“Famélicos y otros fornidos indios avanzan sigilosamente tras los arbustos, apenas en la coronilla de esos pastos resecos producto de la sequía, divisan maderos a unos cuantos metros, la formación de troncos no está ni cerca ni lejos.

De repente se escucha el estampido de explosiones seguido por un olor que los nativos no entienden, incluso a algunos los marea hasta hacerlos caer, sin embargo no sueltan las lanzas y las flechas siguen siendo disparadas hacia el conjunto de maderas que está por arriba del pastizal.

Intentan avanzar en forma de pinza, a pesar de ser rudimentarias sus formas de atacar aguantan estoicamente la andanada de plomo, flechas lanzadas por ballestas y más explosiones que traen bolas de fuego, el desconcierto es total, atrás de ellos están las altísimas barrancas y abajo la profundidad del Paraná. Algunos combatientes aborígenes quedan con la mirada perdida atónitos por los destellos de pólvora, un lenguaje de sus adversarios que no entienden y algo que nunca termina de quemarse, otro conjunto de maderos en forma de cruz.”

Es 1º de mayo e imagino esa instantánea por varios minutos cuando veo una verdadera marea humana bajo el puente interprovincial Manuel Belgrano, y por más de un momento me transporto a ese tiempo casi prehistórico, en el mismo lugar y casi en la misma fecha colonizados y colonizadores se mataban por la posesión de la tierra los últimos y por mantenerla en su poder como dueños originarios los primeros.

Después vendría lo que se llamó en los ochenta “guerra ideológica” y en la actualidad “guerra mediática”; los españoles conquistadores decidieron que con la matanza de nativos no perdían mucha mano de obra barata, sino gratis, entonces optaron por los “espejitos de colores”, baratijas e insignificancias que tras revolver el lastre de sus navíos se las estregaban a los indios a cambio de plata y oro, eso en los lugares donde los valiosos metales existían, en nuestro terruño fueron las futuras manufacturas que salían de la agricultura pos colonización.

Sigo con la vista recorriendo la monumental rampa de nieve que el intendente capitalino ex winserfista, Carlos Espínola, trajo a Corrientes y es como si viera otra escena prehistórica, pero actual, toda la gente mira ensimismada hacia algo blancusco sobre las rampas, algo que a muy lejana vista de pájaro parece ser nieve.

Familias enteras peleando por lugares en la avenida costanera sur, chicos por todos lados y música electrónica con pantallas gigantes cuyas imágenes nadie mira ni entiende, los ojos están clavados en las pendientes.

A metros del escenario para las demostraciones de acrobacias invernales como ser esquí o snowboard, niños juegan sobre la vera del Paraná, tiran piedras al río y se salpican con arena, todo dicen las autoridades, autores intelectuales y materiales de “la nieve en la ciudad”, es para que Corrientes “sea vista” en el resto del país y del mundo como una gran metrópoli, progresista y proyectada al más allá o futuro como quieran llamarlo.

Varios días después de ver el espectáculo seudo circense en la costanera local, reviso los antecedentes de Juan Torres de Vera y Aragón, llamado por la historia con su título nobiliario de Adelantado y además fundador de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, sin mucha inspiración para el nombre de la ciudad ya que los extremos geográficos correntinos se pueden fácilmente divisar y contar desde las aguas del Paraná, además del egocentrismo adosándole parte de se gracia compuesta a la denominación del entonces asentamiento.

Resulta que el hombre como se acostumbraba en aquellos tiempos (siglo XV) compró el título de Adelantado, para luego descubrir que había sido despojado del mismo por un pleito judicial con la Audiencia Real, organismo dependiente de la corona española, una síntesis de los “espejitos de colores” que intercambió con originarios de estas tierras y una metáfora para nuestra época cimentada en enclenques bases de espejismos como un copo nevoso en los llanos litoraleños.