viernes, 18 de septiembre de 2015

Ahora que se rompen los cuernos


Ahora que una pensión es un palacio. Donde nunca falta espacio. Para más de un corazón
Joaquín Sabina. Ahora qué.

La adrenalina de los saltos al vacío se mixtura a la perfección con no saber qué hay en el fondo, cuál será la atmósfera existente tras cruzar esa frontera del precipicio.
Lo que nos hace frágiles aún es no saber qué pasará un minuto después de cada respiro.
Podemos planificar y prever algunas cosas pero no tenemos certidumbre. La humanidad todavía no puedo conquistar ese páramo. La certeza de saber exactamente qué habrá en nuestra existencia: será lo mismo saber, a qué hora moriremos, cuándo conoceremos el amor, el odio, el rencor, la desidia, la pasión, la risa, el llanto.

¿Será bueno saber todo eso? con anticipación…perderíamos la esencia humana o nos perfeccionaríamos. Podríamos pasar a un estado más complejo como seres vivientes. ¿Superador?

Quizás, algunos les gusta tener todo planificado para el “día de mañana”. El desorden es un pecado y olvidar los malos tragos para la planificación, es necesario.

Es bueno aún no saber qué nos depararán los precipicios. Como es bueno decir que el diablo sabe más por diablo que por viejo. ¿O a veces es viceversa?

Ahora que los huesos crujen. Que las resacas son más largas y que los minutos de sexo son más breves. Ahora sí se puede decir que los diablos radican su sabiduría en su esencia y no en los años.

Ahora que todavía hay algunos puertos por descubrir aunque la tierra firme asegure el confort de un buen burgués. Ahora que al mar se devuelven peces pequeños y que las sirenas ya no nos engañan.

Ahora, claro, que se beben los mejores vinos para cuidar la gastritis y las úlceras. Que la tolerancia es cero y que nos mudamos a las antípodas de todo para protegernos. Ahora que las drogas son recuerdos lejanos como los besos en andenes de antaño.
Ahora que se rompe el cuerno posterior del menisco interno, pulverización de codo derecho e hipoacusia progresiva.

Ahora que si se piensa bien, vale la pena. Que la libertad ficticia tiene precios elevados que la orfandad hace más débil la existencia. Que ya no es aconsejable navegar con marea alta. Que siempre hay que irse antes del amanecer y de la primera sirena. Porque el rock ahora es una caricatura. Como una bonita sonrisa que supo ocupar un delicado rostro. Como esta humanidad que cada vez pasa a ser más pieza de museo.


Así es lo efímero de la vida. Buscar siempre el complicado equilibrio entre el ahora, el después y lo que vendrá. 

viernes, 10 de julio de 2015

Llamen a los bomberos que nos estamos quemando

Parecía un actor entrando a escena. La autobomba de los bomberos voluntarios de Barranqueras (Chaco)
se abrió paso en el corazón del bulevar Ferré. Hacía un buen rato que un depósito de la cadena de supermercados Impulso ardía y las llamas amenazaban con extenderse a las casas linderas y a todo el barrio en general. El epicentro fue el fondo del local ubicado sobre la avenida mencionada, casi esquina de la calle Jujuy. El foco ígneo empezó alrededor de las 15 del jueves 9 de julio. Los vecinos aplaudieron el arribo de la máquina y sus efectivos empezaron a desplazarse. Sus colegas de Corrientes no salían del asombro ante el porte y la tecnología del rodado pesado, en su techo una escalera mecánica dejaba como principiantes a los nativos que intentaban llegar a las alturas del edificio siniestrado, con una de mano. No fue la única vez que tuvieron problemas.
 
El sábado 4 de julio al atardecer en el Barrio Libertad el edificio del Liceo Pedro Ferré, ubicado a unas doce cuadras del supermercado Impulso siniestrado, también ardió en sus techos. Los bomberos llegaron rápido pero se toparon con un detalle, no tenían dónde conectar las mangueras de las autobombas. No había tomas de agua de emergencia. Improvisaron en las conexiones domiciliarias vecinas del establecimiento, las que se conectan a la red de agua potable.

El jueves patrio una de las dotaciones que acudió al llamado de emergencia en el depósito del supermercado siniestrado fue un Mercedes Benz 1114, un gran rodado que parecía sacado de un museo, se sumaron un par más provenientes del aeropuerto que está fuera de servicio hace más de un año. Lanzaron unos chorros de agua y luego pasaron a ser espectadores de lujo debido a que tampoco había tomas de agua de emergencia. Otro tanto aportaron las mangueras de los bomberos locales que parecían regaderas por la cantidad de pinchaduras que tenían.
Un par de bomberos correntinos andaban de “civil”, en jeans y con buzos para correr. No se sabe si fueron convocados de emergencia o no alcanzaron a llegar con tiempo al reparto de trajes. Tampoco los locales poseían máscaras y tubos de oxígeno para protegerse del monóxido de carbono, algo que sí tenían los efectivos voluntarios de la vecina orilla.


Antes del atardecer llegó a la zona crítica el Ministro de Seguridad, Pedro Braillard Poccard, parlamentó con algunos jefes bomberiles y policías. Después atendió llamados a su celular que nunca dejó de sonar. Con las primeras sombras de la noche hizo lo propio el intendente capitalino, Fabián Ríos, conocedor de siniestros ígneos pero en polìtica. A la mañana, un rato antes, sus concejales autorizaron una nueva suba en la tarifa del transporte público de pasajeros para la ciudad. Después, el jefe comunal defendió la medida y dijo que si los ciudadanos habían acompañado un incremento del 400% en la tarifa energética a través del voto que respaldó la gestión provincial, no podrían quejarse de la suba en el boleto. Ríos se quema solo en sus laberintos psicológicos de cómo ve a la comunidad. Una semana antes había defendido el hurto de energía para dar alumbrado público a una barriada. Sin embargo la naturaleza de Robin Hood no tuvo la misma vara con la tarifa del boleto para el transporte. Pero esa, es otra miseria.

jueves, 30 de abril de 2015

La irrigación y el rock perdido

"Tenemos el sexo y el rock y la droga, los pies en el barrio, y el grito en el cielo."
Joaquín Sabina. Más de cien mentiras


No me llega agua al tanque. Bromeé para sacarlo de la concentración en la que estaba el médico al observar “las fotos”. Una especie de placa radiográfica pero que es un estudio llamado resonancia con contraste. Lo de “las fotos” serían como instantáneas del cerebro.

El joven galeno terminó la observación de las fotos y como si fuera un trámite aportó los resultados: “No hay arterias irritadas ni tumor…”, volví a interrumpirlo pero esta vez con una inquisición pero siempre en tono jocoso. “No me dijiste que el estudio era para averiguar eso”. Sin embargo, intuía que eso indagaba el hecho de que te metan en una cámara similar a la que deben usar los astronautas de la Nasa para acostumbrarse al encierro y poco espacio.
“Lo que pasa es que si le decís eso al paciente, se estresa. Y algunos ni siquiera se hacen el estudio, pero en tu caso está todo bien. Vamos hacer un tratamiento para estabilizar la presión (arterial) e ir bajando ese zumbido”, detalló los pasos a seguir.

Luego avanzó en la gráfica del silbido que me aqueja desde hace dos meses. Dijo que se debe a la elevada presión arterial, altísimo colesterol pero lo más trascendente: “Esa contractura que tenés en el cuello es lo que está dificultando la irrigación de sangre a la cabeza. Por eso primero hay que descontracturar todo y mejorar la irrigación. También podes tener dolores de cabeza, mareos y hasta vértigo. O también un accidente cerebro vascular. Por suerte viniste a tiempo”.
Todo lo dicho por el Doc parecía como memorizado. Lo imaginaba dando una lección en alguna materia de medicina, quizás en su especialización de neurólogo hecha tras recibirse de médico.


Minutos después dibujó unos garabatos ilegibles en un par de recetas y dictaminó. “Nos vemos en un mes, cualquier cosa me llamas”. Antes me previno de que las pastillas durante las primeras 48 horas de consumo “te van a tumbar”, sus efectos colaterales son el sueño y una sensación de fatiga cosntante. Por ello expidió un certificado para que no realice ningún tipo de tarea laboral durante cinco días. Siempre hay una luz al otro extremo del oscuro túnel.

Al salir del consultorio saludé a la secretaria que por la edad parecía la abuela del galeno, la televisión seguía anclada en TN que explicaba los por menores de lluvias en Capital Federal y nevadas en el sur del país.
El ruido de la calle Irigoyen me aturdía entre el zumbido emergente en ambos oídos y el relato del médico sobre la irrigación de sangre a la cabeza, ambas cosas corrían maratones de velocidad por, mi ahora, ajetreado cerebro.

Volé montado a la velocidad de la luz al pasado. Días y noches sin dormir, alcohol en cantidades industriales, cigarrillos para saciar la ansiedad de ejércitos enteros, otro tanto cigarros de Bob Marley, alguna que otra pastilla naufragando en vasos de contenido etílico, las chicas y las eternas madrugadas donde la hazaña era huir antes del amanecer.

Maldición, por qué se verá tan lejano y perdido todo eso, refunfuñé internamente mientras entraba a una farmacia en busca de las pastillas para no soñar. 

domingo, 18 de enero de 2015

El gracias checho de el chino

Hace un par de años los vi en el Club Regatas de Corrientes, fue en enero, en un festival paralelo que se hizo a la Fiesta Nacional del Chamamé. Estaban como número central con algunos invitados como Verón Palacios y Santiago “Bocha” Sheridan. Los muchachos de La Nueva Luna iniciaban una exploración, al menos en público, en el mundo chamamecero.

Aquella velada con muy buen marco de público los músicos tropicales o cumbieros ponían mucha garra, como un equipo rústico que avanza en campo contrario movido sólo con ímpetu pero con escasez de fútbol.

Sentí entonces que quizás se debía a sus comienzos en el rubro. Que lo hacían con respeto como ellos dicen, tampoco nunca entendí bien a qué se refieren con “respeto”, pero esa noche de enero salí del Regatas dándole crédito a los cumbieros sobre esa exploración que estaban iniciando.

Anoche, (madrugada de domingo 18 de enero de 2015), un par de años después los muchachos nuevamente se presentaron en el escenario del anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola. Los veía desde la comodidad de mi living, Malbec en mano y Parisiennes por doquier. La lluvia, de a ratos llovizna, le daba ese toque apoteótico que siempre regala una precipitación en un festival popular como es la Fiesta Nacional del Chamamé.

Los muchachos iniciaron la carga de actuación con clásicos y entre canción y canción el rasgueo de la guitarra con el “Nueva luna…Nueva luna…”. Tantas reiteraciones de ese ejercicio que se pareció al ruido del taladro al atravesar un material sólido.

Avanzaron en el show y lo llamaron, quizás para que los remolque, a Santiago “Bocha” Sheridan, quien como todo gran cantor a pesar de su excedido peso mantiene la lírica del buen futbolista. A estas alturas no caben dudas de que “Bocha” tiene la humildad de los grandes, una gran persona, bondadosa y sin problemas de compartir su talento con los muchachos cumbieros. “Mi amigo” lo presentó  Marcelo González (El Chino), vocalista de La Nueva…y eso explica muchas cosas. Uno a los amigos los elige y por ende los acepta como son, con errores, vicios y excesos. Lo digo por el “Bocha”, que seguramente así los aceptó a los muchahones.

Pero en el final Marcelo González (El Chino) se fastidió, después de pronunciar unos exabruptos en escena, dijo que estaba enojado porque quería cerrar la noche. Porque decía que ellos siempre se tienen que ir antes, porque la gente les pide que sigan cantando, porque ellos hacen chamamé todo el año (algo seriamente en duda), porque a él como “soy porteño”, no lo dejaban cerrar una noche de la Fiesta Nacional. En fin, porque hablaba como con derecho adquirido: “Al Instituto de Cultura…por favor. El año que viene tenemos que cerrar una noche”, conmino Marcelo González (El Chino) y al regresar la vista a la primera fila retrocedió unos metros. “Perdón checho (Sergio Flinta, Senador provincial, presidente (vitalicio de la UCR correntina) y hombre de confianza del Gobernador, Ricardo Colombi) pero lo digo en serio. Queremos cerrar una noche”. Quizás esta amistad también explique muchas cosas de los muchachos cumbieros y si el año que viene bajan el telón de una velada, entenderemos el motivo. Hay que esperar sólo un año.

Antes, durante el show, hubo otras loas al político. “Gracias checho” dijo varias veces Marcelo González (El Chino).

Es buena la diversidad en los festivales, abre la cabeza del público, bastante hermética por caso como es la nativa. Algunas veces la Fiesta Nacional del Chamamé se aproxima a eso. Otras, atrasa lustros.