viernes, 1 de abril de 2011

Seguir viendo a Sabina


Tan joven y tan viejo. Así estoy yo viendo a Joaquinito año tras año. Hace poco, el pasado 24 de marzo llegaron a cinco los años desde la primera vez que cruzamos caras en el Orfeo de Córdoba. Que noche de bodas fue aquella.

Yo ocupada la segunda fila y cuando iba por la quinta canción recién experimenté que era real tenerlo ahí, a pocos metros de mi humanidad.

Corrían los primeros tres días del otoño de 2006 y la Docta esta fresca. Sabina regresaba a la ruta de las giras tras un problema cerebro vascular que casi lo envía a cantar al más allá, al otro lado de las nubes negras.

“Gira Ultramarina” con escenario ambientado en altar mar sobre la cubierta de un viejo trasatlántico, esos de comienzos del siglo XX. Bombín, bastón y valija de cartón el cantante volvía al ruedo aquella vez.

Durante ese recorrido que incluyó gran parte de España, países vascos y varios puntos en Latinoamérica, siempre arrancaba el show con “Amo el amor de los marineros”, con un poquito de “Ahora”.

Y justamente ahora, cinco años después de ese peligro de incendio en segunda fila volví a verlo en la “Chicago Argentina”. Rosario, una meretriz de esas a quienes uno quisiera rescatarla de la mala vida y de los besos de sal.

Porque Rosario siempre estuvo cerca, en el Metropolitano -un galpón ferroviario acondicionado a nuevo y muy incómodo para recitales sabineros- Joaquín arrancó con “Esta noche contigo” y trató vanamente de camuflar un leve disfonía que se dejaría ver durante gran parte del show.

Pero el cantante es como el Diego, con efedrina o sin efedrina, te dibuja jugadas en una baldosa. Y así desando un repertorio poco frecuente “para los que vinieron el año pasado y el anterior, por respeto a ellos haremos algunas cosas que no solemos hacer”, dijo desde la oscuridad del escenario.

Ensayó entonces un tango tras admitir que “como sabrán con esta voz no puedo cantar tangos. Lo mío sólo es poner pinceladas a las letras” y lo dedicó a Discepolo y Zepeda. “Cuando me hablan del destino” salió del gargüero Sabina que a más de hora y media de concierto ya era un desierto por la cantidad de arena que fluía por la voz andaluza.

Con el fútbol

En varios cortes entre canción y canción, Joaquín bromeó con la pelotita y los antagonismos que hay entre parcialidades futboleras. “Cada vez que hago esta canción muchos se cagan en la madre de Panchito y de De Diego. En mí no, porque yo soy…yo soy el cantante”, estiró esa última frase emulando ser un rosarino más.
Se refería a “Dieguitos y Mafaldas” la épica canción de amor a una bostera del conurbano bonaerense llamada Paula.

Así, se animó a decir que “cada vez que venimos a Rosario nos pasa lo mismo. Porque todos sabemos que los canallas (Rosario Central) y los boquenses, somos la mitad más uno”, soltó una carcajada y arrancó con el tema.

Sabido es que los músicos que acompañan a Sabina son una sólida tropa sin quinta columnas. “Yo quiero ser una chica Almodóvar” de Mara Barros que no es Olga Román pero bien sus gritos podrían ser una buena droga, despabiló al apretujado auditorio rosarino.

Pancho Varona arrimó lo suyo con “El rock and roll de los idiotas” y Antonio García de Diego hizo “Tan joven tan viejo”, todo para que el capitán de la nave sabinesca tome un respiro a dos horas de recital. También el bajista, un gordito morrocotudo vasco de quien no recuerdo el nombre interpretó “Llueve sobre mojado” y en las últimas estrofas lo ayudo el autor de esa letra compartida con el rosarino Fito Paéz.

Lo mejor sin dudas fueron los alaridos seudos sexuales de Mara Barros que estremecieron el Metropolitano de Rosario en una velada épica como suelen ser las sabinescas. Claro, para los que lo ven por primera vez.

Para mí, para mí, sigue siendo rock y una vez al año no cuesta nada verse con el Pirata Cojo.