El viernes 22 de febrero los tabloides locales se esmeraron
en dar grandes espacios a fotografías de la manifestación en Capital Federal al
cumplirse un año de la llamada “tragedia de Once”, el descarrilamiento de una
formación ferroviaria que terminó con la vida de 51 personas y centenares de
heridos que aún hoy se rehabilitan física y psíquicamente.
Parece como un tétrico juego de números escritos con letrras.
Tragedia de once, cincuenta y un muertos, once meses del derrumbe de San Martín
al seiscientos. Ocho muertos.
Qué muertos valen más recordar. Los que están lejos como los
de la estación ferroviaria porteña. Por qué no se recuerdan a muertos locales.
Al trabajador atropellado por el hijo del cantor Mario Bofill nadie lo
recuerda. El padre del muchacho en cambio va por una jubilación asegurada,
quiere una banca en el Senado provincial.
Al hombre asesinado
en la comisaría de San Lorenzo ¿lo recuerdan?
Por qué recordamos cosas lejanas y no cercanas. Se acuerdan
de Santiago Prado, quien se suicidó de dos disparos horas ante de asumir como
intendente en Mercedes en 2001. ¿Alguien lo recuerda? ¿A Hernán González Moreno
le cuentan los aniversarios de su suicidio en el campo?
Que raro esto de los muertos porque algunos por más que no
los recuerden y los quieran enterrar en el olvido, siguen hablando a pesar de
no estar ni tan cerca, ni tan lejos.
FOTO: Pablinho. Diario NORTE de Corrientes
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