jueves, 20 de enero de 2011

Visitantes de redacciones

En las redacciones suelen aparecer todo tipo de personajes extravagantes. Viajeros en bicicletas o motocicletas que unen países y hasta continentes vaya uno a saber inspirados en qué, en viajes de Gulliver o el simple ocio que los embarca en ese espíritu aventurero.

No faltan los que van con alguna denuncia, una paliza de la policía a un muchacho o eternos problemas vecinales.

Pero en mí caso, hay uno o dos, sí, dos personajes que son habitúes de la redacción que integró hace apenas tres meses.

Políticos gastados de tanto reciclaje en el mundo vernáculo.

Hace poco tuve que atenderlos, un legislador y su ladero, ex funcionario provincial que ahora, tras muchos años de ostracismo, un buen ostracismo porque ocupó una dependencia durante el gobierno anterior al actual y su mayor esmero de gestión fue emplear a gran parte de su familia.

Ahora se dedica a su profesión de médico. Es decir, tuvo que volver a trabajar.

Estaba yo lidiando con una nota de política hasta que caen estos dos personajes, el ex funcionario detrás del legislador, lo que grafica bien quien lleva la voz cantante y mandante del dúo.

Tuvo que atenderlos y la gran nota que fueron a pedir como casi siempre, como siempre en realidad, es difundir una de las tantas reuniones políticas que dictan en esta bendita ciudad.

El legislador se sentó a mi lado, antes, al llegar me saludó estrechando tibia y desganadamente la mano. Casi como alcanzándomela, “al menos es honesto y expresa su falsedad”, pensé.

Detrás de él siempre el ex funcionario y ahora médico vuelto a trabajar de su profesión, bueno al menos eso intenta.

El legislador me dicta lo que debo escribir. Yo, fiel ciervo escribo garabatos en un papel y mi mente se va en las zapatillas del hacedor de leyes. Nunca lo vi en calzados deportivos, es una adidas, él sigue dictándome el inconmensurable trabajo político que lleva adelante.

Yo continúo con los garabatos, ahora miro su jeans, tampoco nunca lo observe con ese tipo de pantalones. “Debe ser la ropa de fajina”, pienso mientras lo sigo oyendo casi de lejos. El ex funcionario acompañador queda sentado atrás del legislador y que al cabo de retirarse me doy cuenta que acercó una silla y la dejó donde apoltronó sus flácidas sentaderas, no la devolvió al lugar de donde la movió.

Luego de unos minutos el señor legislador termina con su dictado. Dice “gracias” como quien dice al esclavo que deje bien limpio el establo. Antes de irse el dúo recuerda que deja un par de fotos. Correcto digo aliviado que la pareja de rapiñeros en favores está por abandonar mi lugar de trabajo.

Veo las fotos: un grupo de señoras obesas en silletas rodeadas de niños. Niños contrariamente flacos a las señoras, niños que votaran al menos dentro de 15 años. Una casa a medio construir y un tejido maltrecho denota que la instantánea se tomó en el patio de la casa.

Las señoras en hojotas y carnes repartidas en grandes volúmenes por todos lados sueltan tímidas risas para el flash de las polaroid, entre ellas saca su cabecita como si fuera un pez, el legislador y una sonrisa a flor de dientes. “Armale todo para que les duela un poquito”, dice cuando se está yendo.

“Les duela…” pienso. A quién, a las señoras sonrientes…a mí que debo manipular semejante ejercicio de banalismo. Ahhh…lo que pasa es que lo habrá dicho por sus adversarios políticos.

Seguramente tan ociosos como el par de visitantes a la redacción que tendrán tiempo de leer semejante rapto de trivialidad.

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