lunes, 12 de abril de 2010

La noche en que un pirata fue un Adán desahuciado

Iba a ser como una de las tantas veladas, escaviar hasta que el vino fluya como arroyo por las comisuras de la boca desembocando en el inodoro del pub o en su defecto de casa.

La noche era como las que solían gustarle, fresquita con gente que no abarrotara el pub donde, en esa velada otoñal, sonaba una estridentemente y típica bandita que sólo se dedica a hacer covers. Nunca una puta canción propia.

Todo iba según la hoja de ruta marina, copas sin fines y sobre la mesa la charla con el amigo en cuyas conversaciones las anédoctas se mordían la cola; las chicas que iban y venían, culos, tetas y piernas por doquier que animaban la vista y las ganas.

Bien entrada la madrugada ambos –el pirata y su amigo- se adentraban en la profundidad de la noche, esa obscuridad donde tan bien se movía el, como pez en el agua. Como león en la selva.

Cada vez la gente hablaba más a los gritos hasta que tuvieron que mudarse con sillas y mesas al patio trasero donde sí se podía fumar, hasta que un misil en el medio de la línea de flotación lo hizo tambalear y acuso el golpe.

Ella, su eterna ex que desde hacía un tiempo no veía y no pernoctaba en su dpto, apareció prendida del brazo de quien a todas vistas y a pesar de la infinita cantidad de vino en sangre y visión, aparentaba ser su novio.

- No puede ser, se dijo el hombre que surcaba los siete mares de la nocturnidad.

Y acotó a su amigo para que mirara a la chica en cuestión que al divisarlos, conocía a lo dos, inició los arrumacos con el susodicho.

La noche empezó a desinflarse y diluirse como los repetidos malbec en las copas, el frío acentuaba con el rocío sobre los hombros en ese patio que ya no tenía sentido.
El pirata miró la hora y el amanecer no estaba lejos, tras cavilar durante todo ese tiempo qué hacer, empezó a enviar frenéticamente mensajes a la chica, hasta en un rapto de locura la llamó y recordó aquella vieja canción de Joaquín Sabina. “No moleste a la señora contestó el contestar”, fue otro misilazo pero a la altura de la cabeza.

Tras caminar dos cuadras con el amigo, bajo solo hacia su casa por la vieja peatonal, ojeó por el rabillo las marquesinas, las farolas, las parejas que deberían estar haciéndolo a esa hora de la noche y con ese frío.

A pesar de la embriaguez recordó un libro que relataba las vivencias bíblicas de Adán en el Edén.

- Qué sería de Adán sin Eva o si ella se fuera con otro, fue el soliloquio cuando al mismo tiempo se dio cuenta que era imposible no caminar haciendo zetas en el piso.

- Así estoy yo, se dijo, como el pelotudo ese…desahuciado.

Y su figura se perdió en la inmensidad de la noche.-

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