viernes, 2 de octubre de 2009

SIN HERIDOS, SE RECUPERA EL PARAJE RURAL DE EMPEDRADO

Un tornado arrasó con El Pollo

Con ráfagas que superaron los 120 kilómetros por hora el paraje rural empedradeño fue sacudido pasadas las 9 de este jueves, voladuras de techos y una casa derribada fue el saldo que dejó el tornado. Los vecinos dicen que son comunes “las tormentas fuertes” pero lo de ayer no se compara con nada anterior.

Con parcimonia y donde parece que el tiempo no corre, este jueves un tornado con ráfagas de 120 kilómetros por hora, arrasó con el paraje El Pollo ubicado en la segunda sección rural de Empedrado, localidad distante a 60 kilómetros de la capital provincial.

Sin heridos pero con muchos daños materiales como ser voladura de techos en diez viviendas y en la única escuela del lugar, ayer por la tarde EL Pollo presentaba una fisonomía diferente, quizás un poco alborotado por el tornado que lo sacó del letargo.

Los 45 kilómetros que lo separan de la Ruta Provincial 5 estaban en algunos tramos transitables pero como si fueran tramos de un rally, lodazal, charcos y pozos de mediana profundidad.

En las márgenes del camino la vegetación parece querer zafarse de la intensa sequía de diez meses corridos, un pequeño verde se deja ver sobre la llanura eterna en el horizonte, y casi intermitentemente se encuentran al paso, vacunos en avanzado estado de putrefacción que no soportaron la falta de agua y pasturas.

La existencia del paraje se remonta a lo desconocido, no hay una fecha cierta de su fundación porque se creo espontáneamente, la gente se radicó en la zona a comienzos del siglo pasado y se “fue quedando”, dice Jorge Cuneo, el único testigo ocular del tornado.

Cansino y amable el sereno que cuida una casa desabitada, como todas las mañanas se despertó pasadas las seis, casi las siete: “No requería levantarme antes porque ya vi como estaba el tiempo y vi que se estaba por venir”, contó y esa premonición que da sólo el conocimiento rural, estaba en lo cierto.

Bajo una de las dos galerias de la vivienda que cuida Jorge, antes de las ocho Empezó a tomar mate mientras contemplaba el infinito del cielo que de gris pasaba a un oscuro profundo; “se empezó a preparar y ya parecía que iba a ser una tormenta fuerte que siempre suele haber por acá, pero cuando empezó me di cuenta que los vientos no eran comunes, eran muy fuertes porque doblaban las ramas de los lapachos”, siguió en su relato.

Y fue así, pasadas las nueve y solamente en cinco minutos ese viento fuerte que en realidad era un tornado, arrancó de cuajo árboles, derribó una casa de material y levantó como si fuera una hoja de papel el techo de la única escuela del paraje.

“Yo sentía que el viento se venía y de repente escuché un fuerte ruido atrás mío y cuando me paré ya no vi el techo de la casa, todo fue muy rápido y a penas pasó el viento empezó a caer granizo muy grande”, dijo y acomodó las manos haciendo una circunferencia del tamaño de un huevo de gallina.

A menos de un día de lo ocurrido llegaron funcionarios provinciales que como el tornado, lo vieron todo desde arriba.

Arribaron vía helicóptero, prometieron ayuda, erraron por las casas afectadas, bromearon con los lugareños para romper el hielo y volvieron a subir a la máquina que casi como una metáfora de sus vidas, los llevó muy alto. Lejos de las cuestiones terrenales de este mundo.

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