miércoles, 14 de octubre de 2009

Musas

Quizás no haya un trabajo con tanto final abierto como la búsqueda de la inspiración. Esa rara letanía que muchas veces por más que uno se lo proponga no llega, no se deja ver ni siquiera en la infinita línea del horizonte.

Por qué será. ¿Será algo abstracto?; o bien se puede trabajar sin ella –la inspiración- en piloto automático.

Pariente cercana de las musas, mujeres, varonesas, princesas, meretrices; ninfas todas que a la hora de buscarlas no aparecen por ningún lado, es más, aparentan no existir.

Mientras trato de llenar esta hoja en blanco busco la etimología de las musas en el Diccionario de la Real Academia Española, afuera la noche es una realidad y estará un poco fresca.

El resultado arroja varias denominaciones pero es una la que me interesa: “inspiración del artista. Ingenio poético propio y peculiar de cada poeta”.

Pero no hay nada de cómo encontrarlas, de cómo rastrearlas por los confines de la inspiración. Qué hacer cuando no vienen en ganas.

Así, uno desanda como si estuviera en un laberinto lleno de salidas que son espejismos donde una sola es la puerta al exterior.

Creo que las musas muchas veces son eso, desde la temprana mañana en que nos levantamos habitualmente hasta llegar a la redacción, sentarse frente a la PC, bromear con los compañeros, revisar el correo electrónico, chacotear, comer algo, tomar mate y estrellarse nuevamente contra el papel en blanco.

Ese salto al vacío que dan los suicidas cuando ya no hay salida. Es allí donde reiniciamos la búsqueda de la musas y algunas veces la fortuna está de nuestro lado y nos las topamos en el camino. La atropellamos sin querer en esa búsqueda desesperada para poder terminar nuestra tarea rápida y correctamente.

Pero de nuevo; ¿alguien sabrá dónde van las musas cuando no están?. En algún punto recóndito de nuestras mentes, en algún espacio físico. ¿Tienen moral y por eso se resguardan en sitios decorosos?.
No sabe, no contesta.

Sí estoy convencido que en esta incipiente noche me gustaría que golpearan mi ventana y se metieran en este papel en blanco, y así evitarían la caída en el vacío de este texto suicida que no encuentra razón ni inspiración de ser.

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