viernes, 2 de octubre de 2009

Felino a punto de saltar


Cavila, escruta la profundidad del vacío. ¿Habrá algo que demande alerta allá abajo?.
- Algo desconocido tal vez, o solamente mide con precisión quirúrgica el salto.
Casi a la deriva por momentos y por otros con la seguridad y experiencia de un alpinista en su mayor esplendor, el felino oscuro marcha sobre la muralla de mi casa.

El espesor de su pelaje negro acrecienta la certidumbre de los supersticiosos y cabuleros que cortarían su paso delante de ellos.

El se abstrae del mundo exterior y bambolea su delgada figura, un poco insípida entre ladrillos naranjas y tejas desvencijadas para seguir su andar cansino.

La vegetación por detrás es como una escenografía muerta, testigo sin voz ni voto, ante la maniobra del felino negror que no se entiende bien si está agazapado o se apronta para agazaparse y luego maniobrar el salto.

Nada importa porque prevalece la naturaleza de la agilidad en los cielos, en los vacíos, en las murallas.

A veces caminando entre vidrios incrustados en la altitud de los muros como rudimentario instrumento de defensa, otras desoyendo ladridos desesperados de perros hambrientos que exhiben colmillos devoradores a la existencia antagónica simbolizada en los gatos.

Hay algo de misterio también en ese cogote estirado con la mirada fija hacia abajo, es como una elasticidad ida de todo mal que pueda afectar al cuadrúpedo, sin tiempo para perder en posibles enemigos al acecho, el objetivo es bajar y seguir el peregrinaje vagamundo.

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