jueves, 14 de marzo de 2013

Dios es argentino. Ya no hay dudas


Maradona, el Che, Gardel, San Martín, el Polaco Goyeneche, Borges, Olmedo, Porcel, Evita, Perón, Gorriarán Merlo, Santucho, Arlt, Walsh, Menem, De La Rua, Néstor, Chacho Álvarez, Alfonsín, Aldo Rico, Bilardo, Menotti, Kempes, Gatica, Leonardo Fabio, Monzón, Soriano, Fontanorrosa. Cistina,Videla, Massera, Bignone, Menendez, Mujica.
En semejante pasaje de ese Bondi al infinito de la historia mundial la errante Argentina volvió a demostrar al mundo entero que somos patrones en todos lados. Que se la ponemos cuando menos se lo esperan. Que somos los mejores del mundo a rabiar pero por sobre todo que estamos, que somos, un país condenado al éxito.

Y solamente faltaba demostrar científica y empíricamente que Dios es argento. Algunas pistas dimos a lo largo de nuestra historia más o menos reciente. La primera y quizás la más contundente fue allá en Méjico, en el 86, con nuestro apóstol San Diego Armando y ese terrible gol con la mano a los ingleses piratas que nos habían afanado las islas del Atlántico Sur, cuatro años antes.

En el 89 volvimos a exhibir que estábamos hechos del temple de la fe. Sobrevivimos a la hiperinflación de Don Ricardo Alfonsín y llegó Carlos Saúl I. Con él fue como si estuviésemos en un paraíso terrenal durante casi una década y volvimos al infierno en los albores de una nueva década. En el 2002 otro grande, de cabeza con generosas dimensiones -Eduardo Duhalde-, nos lanzó la frase de que llegar al éxito es una condena. Vaya paradoja.

Con los depósitos de dinero encerrados en los bancos y fugados a los paraísos fiscales, mientras el exiguo economista Domingo Cavallo, juraba que todo estaba bien y que nos encontrábamos lejos del abismo, entrábamos a otra de las estaciones del vía crúcis.

Desde 2003 nos hacen creer de nuevo que estamos en el paraíso y quizás para cerrar esa quimera ahora pasa lo que pasó ayer con Jorge Bergoglio. Flamante Papa devenido en Francisco I, nuevo monarca de una de las instituciones más poderosas del planeta desde que la humanidad existe. No hay con qué combatir lo que la gente cree desde las centurias.

El gobierno volverá a decir que estamos en pleno apogeo de una revolución. Que lo de un Papa nacional no es azaroso, es un mensaje divino del más allá. De hecho, nuestra señora Presidenta irá a la primera misa de este domingo en la Plaza de San Pedro para recibir la bendición del compatriota Bergoglio.

Habitan de nuevo y ahora potenciado, en el baño, la biblia y el calefón. Esa gran contradicción que caracteriza a los argentinos. Como un grupo de porteños festejando a los pies del Obelisco que el país apoltronó en el Vaticano a uno de sus habitantes.
Como los saludos protocolares del gobernador Ricardo Colombi (UCR) al sumo pontífice por la designación.
El mandatario provincial que mandó a echar a un cura en su pueblo –Mercedes- porque el sacerdote osó decir que el narcotráfico se está apoderando de la comarca que dio dos gobernadores en menos de una década a la provincia.
Otro tanto, saludo, arrimó el intendente de la Capital provincial el joven kirchnerista Carlos Espínola. Acorde a su generación primero lo hizo vía twuitter deseando éxitos en la empresa papal al compatriota Bergoglio o Francisco.

Ya en vacaciones pregunté, en tono jocoso claro está, si no era mucho que el tabloide donde me desempeño no se haya excedido regalando en su edición de hoy un póster del flamante Francisco I. Además, y eso no se objeta, de un despliegue total en la tapa sobre el tema. “Se vendió todo” fue la respuesta lacónica.

Y entonces entendí que la fe mueve montañas.

P/D: Entre los centenares de llamados y mails recibidos, elijo uno. “No lo puedo creer. Estoy tan angustiada y con tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a Orlando en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo ‘él quiere ser Papa’. Es la persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en tapar. Mi teléfono no para de sonar, Fito me habló llorando.” Lo firma Graciela Yorio, la hermana del sacerdote Orlando Yorio, quien denunció a Bergoglio como el responsable de su secuestro y de las torturas que padeció durante cinco meses de 1976. El Fito que la llamó desconsolado es Adolfo Yorio, su hermano. Ambos dedicaron muchos años de su vida a continuar las denuncias de Orlando, un teólogo y sacerdote tercermundista que murió en 2000 soñando la pesadilla que ayer se hizo realidad. Tres años antes, su íncubo había sido designado arzobispo coadjutor de Buenos Aires, lo cual preanunciaba el resto.  (Horacio Verbitsky. Página/12 Jueves 14 de Marzo 2013)

No hay comentarios:

Publicar un comentario