lunes, 15 de agosto de 2011

Miscelánea electoral

El sello de goma sin tinta que la presidenta de mesa se esmeraba en dejarlo impreso en mi DNI, al verlo me pareció una metáfora de las elecciones primarias. Un desencantado como yo, indolente de un sistema perverso que nos hace creer que formamos parte de él y que no hay nada peor que ser justamente un hereje de las instituciones republicanas.

Pensé entonces en la obligatoriedad del voto universal en este país de las aventuras llamado Argentina. Cuándo dejará de existir esa cláusula en un territorio supuestamente libre y soberano. ¿Hace falta obligar a la gente para que vaya a sufragar? Y si no fuese así, si van solamente los que tienen ganas o creen en alguna ideología, partido, caudillo o puntero político. ¿Qué pasaría en ese caso?

Ingresé al cuarto oscuro, un aula de la década del ’50 en el Hogar Escuela, construido e inaugurado por “el general” hace más de medio siglo.

Observo las boletas y las caras son casi todas las mismas que vienen de varios lustros atrás. Pero lo que me llama la atención es la gente y el cinismo de los políticos. Todos hablaron y hablan hasta hoy de la cantidad de electores que fue a meter su sobre en las urnas, del fortalecimiento a la democracia nacional, de que la votación ahora al ser mixta “unió a la familia”. Esto último un cliché tan grande como el caudal de votos cosechado por la señora Presidenta.

Pero sigo, observo a los ciudadanos que una vez cumplido su “deber cívico” marchan a casa a comerse un asadito, hacer la siesta y pasadas las seis de la tarde encienden los televisores y miran el escrutinio cual si fuera un partido de fútbol y claro, nadie quiere hinchar por el que va segundo, ni mucho menos quienes se ubicaron por detrás de ese perdedor.

Un remedo de la democracia donde me incluyo porque no hay participación ciudadana y es como un círculo vicioso, ni la gente quiere meterse mucho ni el sistema, especialmente el de los partidos, es muy inclusivo que digamos. Para estas Primarias abiertas por ejemplo cada uno de los que se prepostuló fue seleccionado con el dedo índice de caciques y capangas partidarios.

Creo que es como un cinismo de ida y vuelta, la gente se contenta de su “participación” como “soberano” pero después, hasta dentro de dos años nuevamente, vuelve a expedirse sobre el tema. Durante ése periodo es como que la ve de afuera y le interesa muy poco si los que eligió hacen bien o mal las cosas, para eso, dentro de 24 meses volverá a expedirse sobre la cuestión. Por el lado de los “representantes del pueblo” una vez arribados a sus lugares de poder vía sobre en las urnas de los dirigidos, se dedican a construir formas para eternizarse en el limbo de la función pública. Hacer fortunas y cambiar así una gris existencia por holgadas cuentas bancarias que además de asegurarles su vida y la de sus nietos, también sirven para financiar “proyectos políticos”.

Lo más curioso suele ser la reacción del ciudadano, sigue el escrutinio con una angurria de victoria cual si fuera el clásico televisado del domingo.

Salgo del Hogar Escuela tras cumplir mi deber, obligación, derecho y toda la parafernalia de frases hechas y sigo con la imagen del sello de goma dándome vueltas en la cabeza. La gente como rebaño se agolpa a uno de los accesos del centro de votación, la mayoría están contentos, serenos y seguros de lo que harán.

Me siento entonces un poco más hereje que antes.

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