lunes, 4 de julio de 2011

Poesía

Por más que quisiera ya no era el mismo, la marinería de aquel corsario se convirtió en un remedo de lo que fue.

Patético con sus versos a la luna.

Sin sentido dándole ordenes a los excesos y éstos sin responder.

Desplegaba velas a puertos inexistentes, oía sirenas que eran vírgenes y las confundía con ninfas.

Equivocaba hazañas con meras reincidencias.

Y el viejo corsario no sabía entonces con qué lidiaba.

Y quizás sólo se fugaba de su propia extinción como navegante de los siete mares. Ya no era más lo que fue.

Entonces sería hora de entender que la muerte de su timonel merecía ser mortalizada.

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