jueves, 9 de noviembre de 2017

Custodio del pasado

El monumento a la bandera en Rosario tiene la imagen de una nave. De un navío. Creo, a esta altura de los años no lo recuerdo bien, le marqué esa impresión a Mac. Subimos a esa especie de mirador a lo infinito que tiene la estructura. Una vista enrejada desde donde se puede otear el Paraná. El viento que sopla a esa altura es un plus para los visitantes.
Lo pensé en ese momento al ver la iconicidad del fuego sagrado encendido, esa llama que no se apaga nunca. Fue como verme. Algo extraño me atravesó a penas por un instante e imaginé que mis años siguientes serían así.
“Un custodio del pasado”. Esa flama simboliza eso. Además de mantener encendida la identidad de toda una Nación. Contiene la historia de un país, una patria como Argentina que no es poco. Tan binaria. Tan visceral. Yo, aquella vez presentí que sería un granadero impertérrito frente a la llama de una historia que nunca termina de convencerme. De ser mía.

 Lancé la metáfora a Peruzzi que ponía atención en la cabecera del diván. Hablábamos, una vez más, de los vínculos intrínsecos con mi familia. Mis padres, mis hermanos. La sensación de ser un extranjero subyacía en el análisis desde hacía tiempo.
La metáfora para Peruzzi fue contundente. Reveladora y quizás esperanzadora. Se refería a mi vida, a la imposibilidad de proyectar y el anclaje de esa situación al hogar. A la casa paterna y materna. La orfandad en la que había quedado con la muerte de mi madre y ahora, desde el inicio del análisis hace más de un año, plantearme qué hacer con el inmueble. Es decir. Qué hacer desde lo material y desde lo simbólico.
Quedármelo, como lo indica el mandato paterno o abrir el juego de venderlo y ahí recién empezar la vida. Mi vida. Mi historia. Historia a la que Peruzzi siempre remarca: “Es como que llegaste tarde”, además de decirme que soy como “un extranjero” en esa niñez de la cual no recuerdo nada de nada. Un foráneo en mi familia. Un paria.

“Está la subjetividad en esa metáfora. Custodio del pasado. Custodio de una monumento. Custodio de la historia. Pero vos sos un custodio como enojado”, y siguió con esa lejanía hacia mis hermanos. Una lejanía que empezó desde el inicio mismo de mi existencia. La distancia de los años de mis padres que eran confundidos con mis abuelos cuando iban a buscarme a la escuela primaria. La distancia con mis hermanos. Esa larga distancia sobre la que son implacables los años. El tiempo.

Como siempre ocurre al término de una sesión intensa. Quedé algo aturdido. Ya por despedirme de Peruzzi le cuento el momento exacto en que hice la analogía entre ese fuego sagrado y lo que intuía me depararían los años siguientes. Intenté un relato y el tropiezo aún fue más revelador: “Estaba con Mac. Habíamos llegado al monumento de la Madre…digo, al monumento de la bandera”.
Peruzzi hizo una mueca y dijo. “Bueno, el lapsus también habla mucho. Nos vemos la semana que viene”.

Corrientes Capital. Primavera calurosa y húmeda. 20:03

09/11/17

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