“Permiso…serán que pueden
hacer la cola de este lado que estoy escurriendo”. Las 8:20 de la mañana de un
martes de Enero y un vendaval se desata sobre Corrientes Capital. Ocurre en
forma intermitente desde hace al menos tres días. El hombre con un impermeable
que hace muchos años frenaba el agua, botas y con su elemento de limpieza, es
un Quijote ante la torrencial lluvia.
La fila de personas que
aguardan remises para salir de ese patético lugar llamado terminal de ómnibus
no es ni extensa, ni breve. Los vehículos suspendieron la salida debido a que
gran parte de la ciudad está inundada.
La lluvia penetra dentro
de la terminal por varios sectores debido a su intensidad y extrema precariedad
del edificio. Una construcción de inicios de los ’80. Incluso al descender de
los micros te mojás y mucho más si tenés que buscar valijas en el baúl del
colectivo. En el segundo piso del edificio la gente se resguarda o tiene esa
esperanza. Como pueden suben con los bultos, no hay escalera mecánica. ¿La
gente mayor. Los discapacitados motrices?. Deben lidiar con los charcos en el
piso y la penetrante precipitación que por momentos pareciera caer en forma
horizontal.
Tampoco hay un bar o café
medianamente aceptable. La oficina provincial de “turismo” está sellada. No hay
personal de la terminal que indique o de informes sobre cuándo amainará el
temporal. No hay inspectores de la municipalidad y sólo un obeso policía contempla
con nostalgia la lluvia. El resto de sus camaradas matean encerrados en la “comisaría
de la terminal”.
Luego de dos horas de espera
un Renault Clio gris se convertirá en anfibio. Los remises son compartidos
según la zona donde se dirigen. El chofer del que me tocó tiene humor a prueba
de cualquier tipo de adversidades. Una pareja de ancianos están entre preocupados y asustados. Van en el asiento de atrás. Una tercera pasajera
interroga: ¿De dónde son?. De mercedes responde la señora. Tienen turno médico
a las 10 de la mañana en el Sanatorio Norte. Son 09:45 y estamos muy lejos de
su destino.
Pienso en la metáfora política
del lugar de procedencia mientras en la radio a un excesivo volumen (Radio 2)
parlotean lúdicamente sobre la tormenta. Los parlanchines radiales exageran el mal
hablar de los correntinos y es lo que seguramente genera empatía entre oyentes y emisora.
El conductor busca calles
alternativas que tengan algún grado de transitabilidad. “Esto es todo política.
Hacen el pavimento pero no las cloacas. No hay bocatormentas (desagües)”,
analiza cuando se ve una senda asfáltica totalmente tapada por el agua. Los oyentes
de Radio 2 dicen lo mismo pero más enojados. Están inundados, con algunos
alivios, desde hace tres días y van por el cuarto. Los parlanchines sólo
bromean con chistes grotescos y burdos. Se me viene la imagen de chimpancés
circenses.
También lo de “Corrientes
República aparte”, “capital nacional del chamamé”, “Argentina si está en guerra. Corrientes te va ayudar”, la letanía del chamamé al sufrimiento: al éxodo, a la
mujer que calla, al “apurate José que se está viniendo la creciente otra vez”. La
infinidad de santos y vírgenes; gaucho gil, san la muerte, etc, etc. Podrían
dar una mano ante el vendaval. ¿O estaremos condenados al éxito pero antes
debemos padecer?
En medio del soliloquio
recuerdo el Plan hídrico que con 22 caños solucionaría el drama de las
inundaciones urbanas producto de intensas lluvias. Fue anunciado por las actuales
autoridades comunales en campaña durante Mayo del año pasado. Parecía que lo
tenían todo previsto. Recuerdo a su vez a las otras autoridades municipales,
anteriores a las de ahora que con cada lluvia chapoteaban en el barro.
Llego a casa dos horas y media después de arribar a mi ciudad. Pienso otras desidias del
lugar de veraneo de donde vine. Es casi lo mismo que ocurre en Corrientes, sólo
difieren los matices.
Hace tiempo nos tapó nos
agua.
Corrientes Capital.
Jueves 25 de Enero. 15:10