Como el brillo de los ojos
ante la sorpresa. Como el brillo del olvido que nunca se termina de ir.
Brillante tu voz en medio
de arrebatos de palabra. La pausa que pocas veces metes al hablar.
Así estaba el río aquel
domingo. Movido por el oleaje de cargueros y remolcadores paraguayos en la tarde
brillante. Un verdadero aquelarre bajo el inmenso celeste y blanco del cielo.
¿A caso podía verte? Y no,
no podía verte en ese brillante sol rebotado en las aguas del Paraná. La gente
transeúnte con la modorra dominguera. Llenos de niños, niñas, juguetes,
bicicletas, pedidos de golosinas. A veces creo seriamente que los domingos son
como tiempos muertos. Tiempos que no transcurren. Están pero no viven. ¿Cómo estatuas
quizás? Puede ser.
Me despido del río, de su
brillante rebote al cielo, de vos. Regreso a casa y el parque Cambá Cuá es una
verdadera kermes. Imagino encontrarte en ese gentío. O mejor. Nos imagino en la
kermes de otro lugar. Tan lejos, tan cerca.
Corrientes
29 de Julio 19:57
Domingo
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