Cambiar las banderas de los galeones en alta mar fue una
estrategia utilizada por corsarios y piratas siglos
atrás. Les daba resultados
para cometer sus fechorías y poder arribar a puertos que, de llevar emblemas no
adecuados, les provocaría serios problemas.
El martes de la semana pasada, el Gobernador de la provincia
dio uno de esos volantazos que también le suelen reportar ganancias.
Sorpresivamente anunció la expropiación de terrenos en una zona pobre de
la ciudad Capital, los habitantes del barrio Virgen de los Dolores podrán
hacerse, tras cuatro décadas, de los títulos de propiedad de esas parcelas.
Al anuncio Ricardo Colombi sumó a su postulante a intendente
en la ciudad -Pedro Braillard Poccard-, él no habló y le cedió la palabra al candidato. Incluyó también
en la movida a un funcionario que suele parecerse a una expresión decorativa,
el subsecretario de Derechos Humanos provincial para que dé las loas al
anuncio.
Solamente si el ex intendente mercedeño no ostentara ropaje
radical, se lo podría exhibir como un peronista progresista de estos tiempos
con semejante medida tomada. La expropiación lleva la marca registrada de la
constelación K que ya tomó esa bandera con aires de los setenta, a lo largo de
la década de gobierno que lleva adelante estatizó YPF y Aerolíneas Argentinas.
La rapidez con la que actúa el caudillo provincial no tiene parangones, ayudado
por una oposición inactiva como el agua que se guarda en los estanques. Ayer
volvió a asestar un duro golpe a los peronistas que se precian de
kirchneristas, el proyecto de ley que ya está en el Senado provincial tendrá un
tratamiento Express mientras que leyes que no interesan al oficialismo:
Presupuesto 2013, pedidos de juicios políticos a jueces del STJ, seguirán
pernoctando el sueño de los justos, sólo por citar algunas normas.
El déficit habitacional en la provincia no es nuevo, no es
el brote de una epidemia reciente, es como el tiempo que lleva el radicalismo
apoltronado en el poder de la provincia. Superando los diez años, incluso la
parcela a expropiar suma cuarenta años en condiciones paupérrimas sin servicios
esenciales: ni agua, ni luz, ni cloacas, ni pavimentos.
Las cosas en la
Argentina suelen tomarse su tiempo, en Corrientes un poco
más, sobre todo cuando son cuestiones que pueden cambiar sensiblemente la vida
de miles de comprovincianos.
Los ocho años de gobierno que suma Colombi más cuatro de su
primo hermano Arturo, demostraron que su forma de ver la gestión es solamente a
través de la campaña proselitista. Medidas que en cualquier otro momento no las
tomaría para no alejarse del sesgo conservador que profundizó en éste, su
segundo período en el poder, quedan exhibidas porque estamos en un tiempo donde
las buenas acciones cotizan en votos.
En rigor, sus oponentes no están alejados de esa forma de
practicar la política, quizás un poco más frívola o pasatista. El intendente
Carlos Espínola (PJ) que sueña en llegar donde habita en calidad de inquilino
Colombi, añora sus años mozos de competidor olímpico y desde hace semanas
organiza un torneo mundial de voley playero en la ribera local.
Con un poco más de osadía, la semana pasada se acordó de que
existe la violencia de género, y en medio de tres casos que conmocionaron a la
ciudadanía, anunció que el siempre acompañado del Gobierno nacional pondría en
funcionamiento refugios para mujeres y niños que padecen episodios violentos
domésticos.
En ambos casos, los contrincantes hubiesen hecho semejantes
anuncios o tomado medidas como las de estos tiempos, a lo largo de su gestión.
¿Por qué no lo hacen durante su estancia de cuatro años en el poder? ¿Porque siempre los anuncios grandilocuentes cercanos a las urnas?
Las facciones de la política vernácula que marchan a las
urnas de este año, cual paralelas contra natura, en algún momento se cruzan, se
tocan. Algo las une en común porque en definitiva no son tan distintas.