Siempre fantasee con esa
idea de los suicidas y sus horarios picos. El momento clave, suelen decir, es
el atardecer de los domingos. Más o menos entre las 18 y las 20. En rigor de
verdad no sé si habrá datos estadísticos al respecto, pero dicha franja horaria
suele aparecer en tangos y canciones de desamor.
Hace ya algún tiempo que
los domingos me pesan, empecé por levantarme relativamente temprano. Media
mañana (10) o incluso un poco antes (9). Todo marcha bien hasta cuando empieza
acercarse esa hora a la cual se podría graficar como el Triángulo de las
Bermudas. Y es allí cuando me suena una y otra vez en la cabeza un fragmento
tanguero: “Sé que es brava de bancar, la soledad del domingo y que el fútbol y los
pingos comienzan a no alcanzar”. Escribe sublime Jaime Ross y muy bien
interpretado por Adriana Varela.
El paralelismo es
imposible de no hacerlo. Sobre todo, en los últimos dos fines de semana. Boca
Juniors perdió y ahora, los partidos los tenés que escuchar por radio. Salvo
que pagues el (pack adicional) del flamante fulbol privatizado.
Las transmisiones radiales
tienen aún una carga extra que es la de la melancolía. La nostalgia. La memoria
asociativa me lleva a los años de la infancia. Escuchar de lejos la radio
gritando a mil por hora unos partidos, lo asocio automáticamente al lunes
tempranísimo, en que mi madre debía hacer malabares para sacarme de la cama.
Vestirme y que vaya a la escuela.
Ahora, el domingo está
atravesado por vicisitudes más intrincadas que el pensamiento infantil de no
querer madrugar para ir al colegio. Se
enfrenta a los despojos que me devuelve el espejo. A las ruinas de un ex Don
Juan.
No
se borra esa tristeza
subiéndote
a cualquier tren
te
hace falta una mujer
en
lugar de mil princesas*.
Resistencia. Chaco. Martes 28 de Noviembre. 14:18
*Tango. De la
Canilla
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