Con el diario del lunes
todos son Gardel. El lunes, justamente el lunes por la tarde te sepultaron. Sin
embargo esa máxima lunfarda no me cerraba. Todo ese día pensando en ir o no ir.
En realidad quería estar en ese evento del final. Había deseo pero el tranco
hacia el acto de concretar eso deseado, es como un abismo y como todo abismo,
me caigo en él. Me traga. Asesina mi pulsión que justamente está atada a ese
deseo.
Peruzzi me lo definió en
esta tarde agobiante de verano. “Un pasaje del deseo al acto”. En ese trance
quedo. Encuentro todas las justificaciones posibles para no concretar
justamente el acto. La acción.
Tu voz siempre me llevó a
mi madre y ese fue un justificativo perfecto para no verte. Para no sentir. Para
no llorar. Para no ser vulnerable, frágil. Para huir, escapar a la nada, la
indefinición constante. Y así quedé pensando en lo que no fue. En por qué. En cómo
salir de este laberinto. En tu voz nuevamente.
Llueve en formato
veraniego sobre la aldea de Corrientes. Caminé bajo las gotas y caí en la
cuenta que hacía rato no lo hacía. Sentí efímera felicidad por instantes. Y volví
a recordarte. Casi tanto como hacía cuando eras mortal.
Peruzzi dice ver avances. Sólo
hay que atravesar barreras de larga data. Aduce que hay buena observación en mi
deseo. Sin embargo pienso inexorablemente en cómo dejo pasar el tiempo. Como si
fuera un metal que se deja corroer por el óxido.
En memoria de Amanda.
De conversaciones
con Peruzzi. Corrientes 20:25. Diciembre 28 de 2.017.
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