No es cuestión de andar pateando latas de festejos, de ser
el único sentado en la fiesta mientras todos bailan y bebe un jugo de naranja. Quien
no come una miga de nada en un banquete, pero la estigmatización del exitismo
argentino me atraviesa de lado a lado. En nuestra aldea lo vivimos
recientemente. También las ironías y paradojas, pilares fundamentales de los
que está hecha la historia.
“Ojalá que esto sirva de ejemplo a muchos jóvenes” dijo el
gobernador Ricardo Colombi al recibir en casa de gobierno al medallista
olímpico Sebastián Crismanich. Ignoto taekwondista hasta hace dos semanas
cuando ganó la medalla de oro en esa
disciplina en los Juegos Olímpicos de Londres.
¿Los que participan y se esfuerzan pero no ganan no son meritorios?
Los miles de jóvenes que están por fuera del sistema y se resisten a robar o
drogarse para vivir también no merecen un premio a caso.
Colombi ante la presencia del deportista bajó su rancio
discurso de “familia”, el credo dictado por la iglesia católica a la dirigencia
de derecha en el país. Un concepto de institución familiar extinguido hace años
en el mundo.
Habló después de apoyo a un deportista que tuvo que
emigrar de Corrientes para entrenarse en alto rendimiento, una verdadera
metáfora de la provincia y del mismo éxito del que todos ahora se jactan pero
que para conseguirlo hay que exiliarse del terruño. Crismanich hace años vive
en Córdoba y recibe hace un par, una beca nacional para poder estudiar y
entrenarse. ¿Irónico no?
Tras bajar del avión en el aeropuerto local, el último
miércoles, el campeón olímpico fue enfundado en marcas oficiales y privadas
ligadas al erario público. Sobre la autobomba de bomberos que lo paseó por gran
parte de la ciudad un generoso cartel de Lotería Correntina con su mascota
“bolillo”, para protegerse del generoso sol al taekwondista y su entrenador les
alcanzaron gorras de ERSA, el monopolio del transporte urbano de pasajeros que
tan bien cobra por su malísimo servicio, más abultados subsidios nacionales
incluido.
En la caravana de la victoria que giró por la capital
provincial la corporación ERSA aportó diez unidades y el municipio las llenó
con niños y maestras de jardines municipales. Los coches azules de la Dirección Nacional
de Seguridad Vial, pertenecientes al ministerio del Interior arrimaron lo suyo,
oficiaron de transporte especial a periodistas.
Pero hubo algo que pasó inadvertido, la fecha en que llego a
casa el flamante héroe. Antes desfiló por las marquesinas televisivas porteñas
como manda el país centralista en el que vivimos. Fue recibido junto a la
delegación olímpica nacional, por la Presidenta Cristina
Kirchner y al cabo de casi diez días de haber llegado de la Gran Bretaña, arribó a suelo
correntino.
Nostálgico se lo vio a lo largo de todo el recorrido festivo
al intendente capitalino Carlos Espínola, sendo ganador de medallas olímpicas
en yachting años atrás.
A pesar de la fiesta el pasado miércoles se cumplieron cinco
meses del derrumbe de una obra en construcción en el barrio Cambá Cuá, hecho
que costó la vida de ocho obreros y que se mantiene impune. Curioso que toda la
parafernalia festiva del flamante prócer vernáculo haya “coincidido” con tal
aniversario. Y un día antes, el martes último, de otra obra dos albañiles se
accidentaron y terminaron en el hospital.
Ambas cosas no tuvieron la brillantina de los festejos por
la llegada de Crismanich alentada y exacerbada por las usinas oficiales. No es
que uno sea aguafiestas pero también hay que ver las cosas que ocurren por lo
bajo ¿no?
muy bueno!!
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