Y entonces los sándwiches de miga, los chipacitos y las
gaseosas por no abundar en opíparos nocturnos entre las mieles y tentáculos del
poder, convidadas al mundo de los escribas se acomodan en la misma
subestimación que es recibir como prebenda un aparatejo digital.
Cada uno de esos ingredientes es como la caricia del amo al perro
fiel que ladra cuando debe hacerlo, calla cuando se le ordena y corre tras el
hueso al escuchar el silbido.
El mismo poder corroído que no ve la precarización laboral
en los medios ya que esa debilidad de las “empresas” la usa como factor de
presión para que cierre el círculo desvirtuado en que gira el sistema.
Un sistema al que también contribuimos por emisión u omisión
nosotros mismos. Desazón provocada al ver como año tras año funcionarios
públicos incluso los que visten uniformes se desviven por “agasajar” a los
trabajadores de prensa.
Entregan premios en medio de boatos y discursos
grandilocuentes. Todo pura mentira y blasfemia, pura pose, puro gesto.
Sin embargo deberían cuidarse las formas en algunos casos.
No hacernos sentir tan miserables digo, con un asado alcanzaba.
Pero un grabador. ¿Era realmente justo y necesario?
Si ya sabemos que las caricias en el lomo son para que
sigamos domesticados.
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