Es domingo. Pasó la hora crítica del atardecer,
anochecer, sin fútbol, sin películas, sin alcohol.
Sin programación en la tele.
Pienso en hace cuánto no entro a una iglesia. Lo que
indefectiblemente me lleva a pensar en:
Rezar, creer, fe y todo lo que mantiene vivo al ser
humano.
¿A caso dejé de estar vivo?
Todo fue a colación de que los 24 de diciembre hay
misa. Algo desconocido para mí, quizás lo sabía en algún momento, pero hace
mucho dejé de recordarlo.
Y entonces pienso en qué momento dejé de creer. El
oficio, el trabajo, el amor, el olvido, la angustia, la tristeza, el
resentimiento. ¿Cuándo empecé a caerme? ¿Hasta dónde caeré?
Ella me asegura que debo confiar en mí como primera
medida. Y desde allí buscar la salida a esto que no sé qué es, pero se me hace
como un laberinto.
La confianza en mí mismo me digo. Son casi las once de
la noche y cuando retomé mi lectura de poesías y relatos, encontré un breve
texto que hablaba de rezar.
Señales, digo. Justo hablaba de misas e iglesias, de
fe, de creencias.
Debo planchar mi camisa para mañana lunes.
Fue un domingo más.
Domingo 22:57
Corrientes, Capital. Diciembre 16, 2018.