El monumento
a la bandera en Rosario tiene la imagen de una nave. De un navío. Creo, a esta
altura de los años no lo recuerdo bien, le marqué esa impresión a Mac. Subimos a
esa especie de mirador a lo infinito que tiene la estructura. Una vista
enrejada desde donde se puede otear el Paraná. El viento que sopla a esa altura
es un plus para los visitantes.
Lo pensé en
ese momento al ver la iconicidad del fuego sagrado encendido, esa llama que no
se apaga nunca. Fue como verme. Algo extraño me atravesó a penas por un
instante e imaginé que mis años siguientes serían así.
“Un custodio
del pasado”. Esa flama simboliza eso. Además de mantener encendida la identidad
de toda una Nación. Contiene la historia de un país, una patria como Argentina
que no es poco. Tan binaria. Tan visceral. Yo, aquella vez presentí que sería
un granadero impertérrito frente a la llama de una historia que nunca termina
de convencerme. De ser mía.
Lancé la metáfora a Peruzzi que ponía atención
en la cabecera del diván. Hablábamos, una vez más, de los vínculos intrínsecos
con mi familia. Mis padres, mis hermanos. La sensación de ser un extranjero subyacía
en el análisis desde hacía tiempo.
La metáfora
para Peruzzi fue contundente. Reveladora y quizás esperanzadora. Se refería a mi
vida, a la imposibilidad de proyectar y el anclaje de esa situación al hogar. A
la casa paterna y materna. La orfandad en la que había quedado con la muerte de
mi madre y ahora, desde el inicio del análisis hace más de un año, plantearme
qué hacer con el inmueble. Es decir. Qué hacer desde lo material y desde lo
simbólico.
Quedármelo,
como lo indica el mandato paterno o abrir el juego de venderlo y ahí recién
empezar la vida. Mi vida. Mi historia. Historia a la que Peruzzi siempre
remarca: “Es como que llegaste tarde”, además de decirme que soy como “un
extranjero” en esa niñez de la cual no recuerdo nada de nada. Un foráneo en mi familia.
Un paria.
“Está la
subjetividad en esa metáfora. Custodio del pasado. Custodio de una monumento. Custodio
de la historia. Pero vos sos un custodio como enojado”, y siguió con esa
lejanía hacia mis hermanos. Una lejanía que empezó desde el inicio mismo de mi
existencia. La distancia de los años de mis padres que eran confundidos con mis
abuelos cuando iban a buscarme a la escuela primaria. La distancia con mis
hermanos. Esa larga distancia sobre la que son implacables los años. El tiempo.
Como siempre
ocurre al término de una sesión intensa. Quedé algo aturdido. Ya por despedirme
de Peruzzi le cuento el momento exacto en que hice la analogía entre ese fuego
sagrado y lo que intuía me depararían los años siguientes. Intenté un relato y
el tropiezo aún fue más revelador: “Estaba con Mac. Habíamos llegado al
monumento de la Madre…digo, al monumento de la bandera”.
Peruzzi hizo
una mueca y dijo. “Bueno, el lapsus también habla mucho. Nos vemos la semana
que viene”.
Corrientes Capital. Primavera
calurosa y húmeda. 20:03
09/11/17
No hay comentarios:
Publicar un comentario