A Marina no le gustaba el
che. Le gustaba el cine. Un poco las chicas y bastante irse a ninguna parte.
A mí ella me gusta desde
su nombre hasta su cuerpo. ¿A caso se pusieron a pensar por qué te puede gustar
una persona por su nombre?
Marina, sí. Desde aquel
amanecer que no nos vimos más. Aquella vez que soltó una lágrima porque al fin
le dije lo que sentía.
Sin embargo Marina luego
fue implacable con su indiferencia y de golpe, sin secuencia alguna, se
convirtió en un recuerdo que desde entonces boxea con el olvido.
A Marina le gustan las
danzas de cuerdas. Ahora la veo decirme desde el fondo de los años, sentada
aquella vez en el patio de la casa de té: “No
hay nada que no me guste de vos. Pero detesto cuando decís che”. A partir
de esa imagen, Marina se desvanece con idéntica intensidad a la de aquellos
besos.
Los besos que Marina por
unas horas me dio.
Resistencia
(Chaco) 11:40. 07 de Junio 2018