viernes, 3 de junio de 2016

Un sueño resistenciano

Víspera de 1º de Mayo. Sábado previo, sin actividad por el día del trabajador los diarios no salen a la calle. Hay que dedicar la jornada al sagrado asado, vino, familia. Todo 24 horas  antes, la vida a contramano como siempre lo es para quienes escriben por encargo.
Fue todo vertiginoso, rápido, fugaz. Lo primero que recuerdo es el aquelarre en la zona céntrica. Entre la catedral y la plaza 25 de Mayo. Gente, muchas personas caminando a una velocidad inverosímil, tanto que era como un choque constante de los transeúntes. Unos contra otros. En su mayoría muy abrigados y sus rostros eran imperceptibles. Pero en la atmósfera de la somnolencia sobresalía que la imagen pertenecía a una hora pico de la ciudad. Quizás, alguna jornada de cobro de haberes a esa masa conocida como empleo público. El único motor de las economías provincianas. Es retroalimentar financieramente la plaza local desde el Estado.

Avanzaba en medio de esa marea humana buscando no sé bien qué. De momentos quería imitar a la muchedumbre pero era imposible. Terminaba chocado y empujado hacia cualquier lado. La sensación era que los empujones me iban dejando en las márgenes de las atiborradas veredas. A distancia prudencial, ni cerca, ni lejos, veía los techos sobresalientes de la vieja terminal de Resistencia. Conciente e inconsciente peleaban por saber si era una imagen real o una postal de ensueño. Por qué los sueños son tan reales mientras duran. Hay bibliotecas enteras que lo fundamentan entre lo orgánico del cerebro y lo metafísico.

Entre ese aquelarre ella iba con un niño de poco meses de vida, lo llevaba entre sus brazos. Se me aparecía intermitentemente en medio del gentío. Inútilmente traté de recordar su vestimenta. El pequeño, no sé por qué intuyo que era varón, estaba tapado con una manta que no dejaba ver su rostro. Ella, sobresalía entre la multitud dejando una estela con su cabello oscurísimo, la sensación era que iba mucho más rápido que el resto. Eso también la diferenciaba de los demás. Intenté seguirla pero de a ratos se me perdía de vista.

Abrí los ojos, era sábado, de mañana y difusamente recordaba el último instante del sueño: junto a ella estábamos en el vagón de un subte, ya no se si cargaba al niño. Sus labios empezaban a besarme y allí me desperté. “En Resistencia no hay subtes…”, fue lo más lógico que empecé a recordar.

(Resistencia. Capital de la provincia del Chaco)

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