Antes de comenzar el acto el cronista disparó, tras las
preguntas de rigor, el tiro certero. El intendente capitalino, Carlos Espínola
(PJ), en su esfuerzo de parecer peronista y kirchnerista dejó una placa como especie de epitafio en la plaza
Vera. Un recordatorio a los adolescentes desaparecidos en la fatídica “noche de
los lápices”. Operación paramilitar con
el objetivo de dar escarmiento a los que pedían un boleto de transporte urbano
estudiantil gratis en 1976.
Para el acto hecho con el aspaviento característico de la
impostación de lo que se quiere ser y lo que se es en realidad, Espínola
discurrió en muletillas sobre los mártires del primer año de la última
dictadura militar en el país. Pidió y alentó en ese contexto la participación de jóvenes en política.
Al responder lo coyuntural el periodista lanzó al alcalde:
“Que opinión le merece el otro evento histórico que se recuerda en esta fecha”.
El intendente carraspeó, fingió saludar a personas que ni lo
miraban y ensayó una respuesta. “Sí, sí…lo de la noche de los lápices…”.
El cronista se apiadó y repuso al ver que sería un imposible
lograr respuesta correcta alguna por parte del jefe comunal. “No, se recuerdan
57 años de la
Revolución Libertadora que derrocó al General Perón en 1955”.
Atónito, Espínola encontró salida cuando una señora se
acercó y lo saludó. Confundidos como el jefe comunal quedaron unos chicos de La Cámpora que observaban la
escena.