Y entonces un día hice la tapa de un diario. Fue un 16 de octubre de 2011, día de la madre, a tres días de cumplirse cuatro meses de su partida.
Cuando salí del diario empecé a comprender eso que siempre me da vueltas en la cabeza. Las señales. Me fui a un bar, me tomé cuatro fernet, monté la moto y pasé a buscar el diario con la tapa que hice a lo largo de todo aquel domingo.
Llegué a casa y me puse a llorar como un niño.
Y entonces entendí que estábamos en paz. Que ella finalmente no se había ido. Que siempre estuvo ahí conmigo y ése domingo en su día me corrigió errores y me ayudó a cerrar temprano mi primera edición.
Y entonces entendí lo inentendible, su ausencia constantemente presente.
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