Su rostro parecía lejano. Casi oculto en la tristeza y el abatimiento. La delgadez guardada en un trench negro –tapado elegante- marcaba bien el luto de viuda. Cristina Fernández de Kircher subió al escenario del Parque Jorge Zambrano a las 22.20 del martes. Hacía muchas horas que miles de correntinos la esperaban en el espacio verde de grandes proporciones sobre el acceso a la ciudad que cumplió 200 años de existencia.
Con las manos sobre el pecho y pequeñas inclinaciones del torso hacia el público.
La imagen de
La lejanía y soledad que provoca el poder. También por su naturaleza. Pareciera ser que en los gestos de la mandataria quedaron expuestos tras la muerte de su esposo. Al menos así se la vio el martes a la noche en Curuzú.
Sin embargo, casi al final de su discurso, la oratoria presidencial tomó un vuelo más intenso en palabras y definiciones. Como para mostrar que a pesar de esa ausencia irremplazable, se puede seguir viviendo. Y por sobre todo. Seguir gobernando a más de un año antes de terminar su mandato. Continuar construyendo poder y batallando a opositores y adversarios. Que no es un imposible. Que de la desazón también se pueden sacar fuerzas y expandirse más.
Cuentan testigos que la vieron partir del escenario curuzucuateño que se fue mucho más distendida. Más en paz. Como si la algarabía de la gente hubiese hecho las veces de placebo. Pero está claro. El alivio de luto presidencial. Aún está muy lejos.
* La Presidente estuvo el martes 16 de noviembre en Curuzú Cuatiá. Con su presencia cerró los festejos por el Bicentenario de la ciudad ubicada al sur de la provincia de Corrientes.-
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