“Después no la soltó más”, remató
su relato uno de los
competidores de aquella furtiva velada de choripanes, cervezas tibias y más tarde calientes. De vinos rancios a la hora en que la luna parece estar al alcance de la mano.
competidores de aquella furtiva velada de choripanes, cervezas tibias y más tarde calientes. De vinos rancios a la hora en que la luna parece estar al alcance de la mano.
Entre risas y quizás un poco de
lamentación, el declarante en cuestión describió sus intentos de acercarse a la
joven. Miradas cruzadas, gestos, y cortados intercambios de palabras: “Qué
onda”… “Qué haces” y más miradas y más miradas. Pero no pasaba de esa frontera
que en la sobremesa ya parecía infranqueable.
Todo quedó en ruinas, las
intenciones del caballero de esta paupérrima historia, cuando marcó los
límites con su aparición el “patrón” de la dama que estaba siendo cortejada . Es decir, el joven
sobre quien la chica tenía verdaderas intenciones. Una vez en el lugar ella no
dejó de hablarle siempre con algún vaso o envase entre las manos. Asomaba el
frío rocío de la velada y los comensales del ágape emprendían la retirada. La
pareja se arremolinó en un costado del salón a distancia prudencial de la
mesa que estaba en la mira de unos gatos hambrientos, los felinos urbanos habían
tomado posición para tener una mejor observación, desde la muralla vecina del
lugar.
Fue entonces cuando el susodicho
“patrón”, “no la soltó más”. Ambos, se perdieron por el gris del asfalto bajo el
tenue brillo de las luces de neón. Con rumbo desconocido pero imaginable. Pensé
entonces en los protagonistas de esta historia y no se me ocurrió otra cosa
machista como el de carroñeros.
Semanas después. Se supo que la
joven tenía pareja estable.
Hay mujeres que sueñan con trenes
llenos de soldados,
hay mujeres que dicen que si cuando dicen que no.
Joaquín Sabina.