Los ministros del gobernador Ricardo Colombi estaban bien
sentados a buena distancia de sus pares del municipio capitalino. Como fieles
se preparaban para la santa misa en conmemoración de un año más del llamado
“milagro de la cruz”. Aquella imagen de madera que según los colonizadores
españoles ayudados con más de cuatro siglos de repetir la misma historia por
parte de la iglesia católica, no se quemó durante un ataque aborigen a una
fortificación invasora…perdón, colonizadora.
Frente a la iglesia Catedral todo iba de maravillas cuando
llegó el momento de entregar el diezmo.
Vaya dilema que enfrentó a los principales laderos del
gobernador Colombi.
El espadachín más veloz fue el ministro de Educación,
Orlando Macció, en cuestión de segundos desenvainó su billetera y esgrimió un
billete de 10 pesos.
La suma fue objetada con sarcasmo por un circunstancial cronista
que vio la imagen.
“Y bueno al que le tenes que pedir que ponga más es aquel.
Aquel tiene la caja”, se defendió con filosa ironía el veterinario con muchos
años de escritorio en la Universidad
Nacional del Nordeste (UNNE), antes de llegar a la esfera
provincial.
De lejos se lo veía a su par señalado, Enrique Vaz Torres,
titular de la cartera de Hacienda y Finanzas. Pero justamente la lejanía
impidió ver cuánto deslizó a los saquitos de tela que se abrían paso entre la
feligresía.
Quien sorprendió fue la esposa del vicegobernador Pedro
Braillard Poccard, la….sería ¿segunda dama? provincial observó la escena entre
Macció y el circunstancial cronista y relató todo al oído de su marido.
Cuando el saquito estuvo frente al segundo del Ejecutivo
provincial no dudo en que se vea desde buena distancia el imponente billete de
100 pesos.
Faltaba más, escatimar gastos cuando de la fe y de la
iglesia se trata. Aunque el refrán suele aconsejar que cuando la limosna es
grande hasta el santo desconfía.